martes, 3 de julio de 2012

Rebajas, ¡qué gran palabra!

Rebajas. Saldi. Sales. Soldes. Da igual en qué idioma se pronuncie, el caso es que es una de mis palabras favoritas en cualquier diccionario que se precie. Es que suena fenomenal, ¿a qué sí? Re-ba-jas. Y no sólo por lo bien que suena al pronunciarla (rebajas, rebajas rebajas, ¡Dios, no puedo parar!), sino por lo que significa: descuentos, porcentajes, precios más bajos, ropa, zapatos, ¡felicidad!

La época de rebajas es, sin duda alguna, una de las fechas más importantes del año. Pensadlo, una Rubia Neurótica con auténtico fanatismo por las compras, en rebajas, ¡Dios, si es que no se puede pedir más...! Cientos de tiendas esperando deshacerse de sus artículos "pasados de temporada" por compradoras impulsivas, como la que suscribe.

Muchos de vosotr@s (mayoritariamente hombres) nunca entenderéis lo que significa para una mujer el término "irse de compras". Es un estado de éxtasis máximo, y si la Visa que gastas no es la tuya, sino la del novio/marido que no entiende el porqué de tanto gasto, más nos gusta. Y si a ese grado de excitación infinita le sumas un 50% de descuento, ahí ya puedes morir de placer.

Pero, ¿qué son las rebajas? Bien, os lo explicaré: es una jungla repleta de lobas psicópatas en busca de las mejores gangas, donde yo, señores, soy la REINA. Pero REINA con mayúsculas, que nadie pretenda arrebatarme el puesto, porque puedo hacer mucho daño...! (No es broma, hablamos de Rebajas, y yo por un vestido de Prada a mitad de precio, ma-to).

Da igual estar forrado, ser currito y estirar la nómina hasta fin de mes o ser un puto parado que no le llega ni para Coca-Cola (éste último y penoso caso es el mío), las Rebajas son ineludibles, imprescindibles, inevitables. Podremos gastarnos mil euros (ya quisiera) ó 200, pero no hay persona humana que no haya experimentado alguna vez esa sensación de comprar a un precio menor del estipulado en un principio.

Existen diferentes tipos de persona (mayoritariamente mujeres) en estas fechas tan señaladas (madre mía, cuán importante me siento. Debo ser Reina de verdad, porque ya empiezo a hablar como el Rey al comenzar sus discursos de Navidad: "Me llena de orgullo y satisfacción en estas fechas tan señaladas"). Bueno, que me pierdo; iba por los tipos de personas que compran en Rebajas: las ahorradoras, que tan sólo gastan en aquello que realmente necesitaban y que han estado esperando durante cuatro meses para poderlo comprar (con suerte) con un descuento del 30%, y las compradoras compulsivas (véase mi persona), que gastan todo lo que tienen (y lo que no tienen también) en comprar trapitos que, normalmente, sólo usan una vez (dos si la prenda les encanta). Lo mejor de éstas últimas (o sea yo) es que aman las Rebajas, pero como buenas compulsivas, si ven algo que les gusta, se lanzan a ello sin dudarlo, aunque queden menos de 24 horas para que le cuelguen la etiqueta de "Sales".

Yo, como experta en el tema (tengo un máster en moda, no es broma, ¿eh?) , debo deciros que no es oro todo lo que reduce: hay que estar preparado física y mentalmente para un acontecimiento de este calibre. Si no estás dispuesto a darlo todo para comprar ese bolso que tanto ansiabas por 60 euros menos, despídete de seguir leyendo, porque es ahora cuando llegan mis consejos para ser una fashionista con ojo crítico rebajil (viva yo y mi invención de palabros varios. Si es que tengo un vocabulario muy rico...):

Lo primero de todo es hacer un análisis de campo, un estudiado reconocimiento visual de las zonas a invadir. En términos normales, que os conozcáis las tiendas, vamos. Yo, como fanática absoluta, os recomiendo que visitéis tooooodos los centros comerciales a 40 km a la redonda, así podréis elegir en cuál de ellos os sentís más cómodos para, posteriormente, quemar las tarjetas. Importante: siempre ganaréis tiempo en recintos cerrados, nada de ir al centro. Ya lo he experimentado y es demasiada locura hasta para mí, una loca con diploma acreditativo.

Segundo: absteneos perezosos, vagos y demás flojeras que pretendan ir a las Rebajas cuatro o cinco días después de la inauguración. Un buen comprador siempre, siempre, siempre (repito, siempre) deberá estar el primer día en la puerta, ¡y antes de que abran! Diez minutos después y las marujonas con rulos y rodillo en mano ya os habrán levantado toda la mercancía de primera calidad.

Tercero: ¿Qué es eso de escoger color y/o talla? Por Dios, son las Rebajas, es una jungla, ¡arramplad con todo, que ya tendréis tiempo de probaroslo en casa con tranquilidad! 

Cuarto y último (pero no por ello menos importante): id siempre acompañados (mayoritariamente por novios con un gusto cero por las compras). ¿Que por qué? Fácil: ahorra tiempo y sirven de perchero y/o burro de carga. Cada vez que entréis en una tienda, él deberá colocarse en la cola para pagar. En ella habrá, probablemente, una media de cinco millones y medio de personas, con lo que contarás con, aproximadamente, 25 minutos para recorrer la tienda y coger todo (repito, todo) lo que caiga en vuestras manos. Una vez que hayáis escogido lo que os gusta (y lo que no os convence también, recordad, nada de probadores, que para eso está el espejo de nuestra casita -porque en las tiendas, señores, los cristales son cóncavos y hacen los cuerpos más estilizados, que lo sepáis), que él ya os estará esperando en la caja para pagar (con un poco de suerte, con su American Express). Después, y antes de pasar a la tienda número 53, tú sólo deberás estirar el brazo, a lo que él, amablemente, (y si no también), cogerá vuestras bolsas durante toda la jornada. Así, una y otra vez, hasta que una de dos: ya hayáis visitado todas las tiendas del centro comercial o segundo, hayáis acabado con todos vuestros ahorros para las vacaciones y/o subsistir sin tener que pedir ayudas sociales.

Creo que nada más... Con estos consejos de la Rubia Neurótica no tendréis problemas a la hora de ser unos buenos (qué digo bueno, óptimos) compradores en Rebajas. Eso sí, ya para las de enero, que éstas de julio ya han pasado y sí, señores, ¡he arramplado YO con todo!

viernes, 22 de junio de 2012

Querida mala suerte (vol. I):

Vete a la mierda de una puta vez. Así de finolis quiero empezar mi post de hoy. Hacía más de una semana que no actualizaba el blog (con la correspondiente mala conciencia en mi persona), pero creedme, he tenido tantísimas malas experiencias en estos siete días, que no sabía cuál de todas contaros, así que, al final, he pensado "¿Qué narices? ¡Todas juntas, como las desgracias!"

Repasando anteriores posts, me he dado cuenta de que soy una absoluta e irremediable lunática y/o loca y/o neurótica, y también de que escribir todas las "cosas buenas" que me pasan (ironía mode on) me ayuda a reírme de mí misma, y mucho, así que he decidido, en estos mismos momentos, darle las gracias a mi mejor amiga, conocida ya por todos vosotros como Mala Suerte, para agradecerle lo mucho que me quiere.

Ahí va mi primera misiva hacia ella:

"Querida mala suerte (dos puntos):

¿Cómo te va todo? Seguro que genial, ya que, gracias a mí, estás trabajando más que nunca y, como dicen en mi casa, teniendo trabajo no puedes quejarte, con la que está cayendo en este, nuestro querido y próspero país. Ahora debe irte mejor que bien... Seguro que no soy tu mejor cliente, pero sí estoy entre las primeras del ránking, ¿verdad?

¿Te acuerdas cuando el otro día nos cruzamos por la calle y me dijiste eso de "¡Que te vaya todo muy bien! ¡Mucha mierda!"? Pues, desde luego, eres pitonisa, tía, gracias a ti me cayó la mayor caca de paloma/s en mi ventana del coche. ¡Tendrías que haberla visto! (Bueno, si quieres, puedes verla aún, ya que sigue pegada desde hace días al cristal.) Me recuerda mucho a ti y me da pena quitarla, para que veas lo que te quiero... No sé cómo explicártelo, es proporcional a todo el amor que sientes por mi persona: descomunal, enorme, grandiosa, verde, muy verde... Cada vez que la veo me acuerdo de ti y de todas las cosas que hemos pasado juntas...

Recuerdas cuando me decías, hace unos añitos "Alba, el deporte es malo para la salud"? Pues tía, me siento fatal, porque no te hice caso... Hace unos meses volví a retomar el gimnasio, con más vitalidad y ganas que nunca. Compréndeme, tía, no puedo dejar que mi culito respingón y perfecto caiga suspendido en eso que empieza por flaci... (¡Ains, es que no lo quiero ni nombrar!), así que ahí estoy, dándolo todo everyday. Además, algunas amigas me comentaron que muchas de ellas ligaban con tíos cachas y morenazos mientras ponían el culo en pompa en la bici elíptica, así que claro, no puedo dejar pasar la oportunidad de encontrar al hombre de mi vida... Pues tía, ¡muchas gracias otra vez! ¿Por qué no te hice caso en su día? Llevo acudiendo como un clavo desde marzo y... ¿A que no sabes qué? No sólo no he ligado con nadie (na-die), sino que me he lesionado el abductor (¡Sí, tía, otra vez!), así que llevo días cojeando (bueno, más bien, malcojeando, porque mi cojera no es, para nada, glamourosa). Ya ves, he perdido mis andares felinos de leona y los he cambiado por el caminar de un pato mareado... Y todo por no hacerte caso, amiga...

Por cierto, tendrías que haberte venido el sábado de fiesta. ¡Lo pasamos genial! Primero fuimos a La Sureña, que sabes que nos encantan los cubos de botellines a 3€ y fue... ¡Increíble! En menos de dos horas, me hicieron enseñar el culo (sí, ese respingón y perfecto que tengo), bailar sevillanas (a lo que un sevillano me dijo que era patética intentando bailar así) y, por si eso no fuera poco (ya sabes que me encanta hacer el ridículo) me puse a gritarle a unos borrachos porque me robaron MIS cervezas! (A quién se le ocurre, no saben que se estaban metiendo con la gran Rubia Neurótica...). 

Pero lo mejor de todo fue cuando llegamos a la discoteca... ¡Ligué, tía, ligué! ¿A que no sabes con quién? ¡Con el novio de una despedida de soltero! Resulta que, estando yo sentada con cara de mustia (no podía andar y/o bailar por mi cojera abductoril, ya sabes), se me acercó uno de los invitados a la fiesta y me dijo (literalmente): "Ey, líate con mi amigo, que se casa en tres semanas y tendrá que hacer algo guarrete en su despedida". 

Imagina mi cara de cuadro, tía, ¿qué me verán en la face para que se me acerquen tales especímenes? Lo mejor de todo fue aguantar al dichoso novio durante más de una hora, escuchando lo maravillosa y perfecta que es la mujer con la que va a casarse en menos de un mes... Yo intentaba ser simpática, pero claro, hubo un momento en que tuve que decirle "Perdona, ¿por qué no te callas? Me alegro de que seas tan feliz, pero a mí el novio me dejó hace diez días, como comprenderás lo que menos me apetece escuchar es que un tío, al que no conozco de nada, es feliz. ¡Porque os odio a todos!"
Así que tía, lo dicho, te tendrías que haber venido, porque hubiéramos disfrutado de lo lindo, y seguro que no sólo se me habrían acercado dos cafres, sino media discoteca, porque juntas somos imparables! ¡Siempre atraemos a lo más feo/freake del local! ¡Cuánto te eché de menos!

Amiga, voy a tener que dejarte, ahora no tengo más tiempo de seguir contándote todo lo que me ha pasado esta semana, pero prometo escribirte de vez en cuando, para que recuerdes que yo, la Rubia Neurótica, se niega a abandonarte nunca...!

No te olvides de mí (que sé que me tienes súper presente)...

Un beso fuerte de tu amiga, que ha aprendido a quererte con tus virtudes y defectos,

Alba.

P.D.: He titulado esta primera carta como (vol. I) porque estoy convencida de que no será la última que te escriba..."

miércoles, 13 de junio de 2012

Restrospecciones varias: Cómo veía mi vida a los 25

Exitosa, brillante, con futuro. Así veía yo mi vida cuando me hacía una imagen mental de mi life a los 25 años. Pues bien, ahora no sólo con 25 años, sino con 25 años y medio (oye, que son seis meses más, ya estoy más cerca de eso que no quiero nombrar y que empieza por trein... ¡Ahí  me quedo!) no tengo, ni por asomo, lo que había planeado para mi persona. Pero nada de nada. Na-da.

Hoy, tras visitar la casa que comparte mi amiga Chamorriniqui con su súper novio perfecto (una de mis grandes virtudes es degenerar apellidos y apodos de todo el mundo hasta conseguir un mote que sólo use yo, por eso de sentirme siempre especial, ya sabéis) y tras mantener una de nuestras profundas conversaciones (que son muchas y muy variadas, pero siempre acabamos hablando de lo desgraciada que soy y lo mal que me va todo), me ha hecho pensar, una vez más, en que mi vida es, cómo denominarlo, una auténtica mierda.

Ni exitosa, ni brillante, ni siquiera con futuro veo ahora mi vida. De verdad que no me quejo de vicio, que he hecho todas las cosas que había que hacer para tener ahora un "algo" de ensueño, pero no, esta jodida crisis ha acabado con todas mis esperanzas de ser una tía guay (y cuando digo guay, me refiero a ser una ejecutiva sexy y con poder, cómo me auguraba Rachel a los 17, cuando nos pirraba el calimocho en las noches de verano. Dios, qué mayor soy... Ahora voy a coctelerías a tomarme una "caipiroska alla fragola". Muy de afterwork, sí. Es que yo siempre he sido muy chic. Sin pasta para pagar esos cocktails, pero chic. Que me quiten lo bailao).

Algunos pensarán que no he hecho lo suficiente, pero si con una licenciatura, dos másteres, otra carrera en camino y tres idiomas no es bastante, decidme qué es lo que tengo que hacer, en serio, porque algo se me escapa. Ni pedante, ni arrogante, ni nada, es mi currículum, sin más, pero vamos, debe ser que tanto estudio no vale para nada, y lo que vale es dar el espectáculo en Gran Hermano, enseñando los pechiminis y soltando tacos por mi boquita de piñón (no creáis que no lo he pensado).

Bueno, a lo que iba y por lo que quería escribir todo esto: ¿Cómo veía mi vida con 25 años? Claro, esta pregunta me la hacía yo con 15, cuando me pensaba que los veinteañeros eran unos puretas, casados y con hijos. Yo, que soy muy Antoñita, la Fantástica, no me conformaba con cualquier cosa, así que, ni corta ni perezosa (mira, ese rasgo de la personalidad no lo he perdido, a veces, soy corta y perezosa), me veía tal que así (Ficción):

"Periodista de prestigio sexy subida a unos altísimos tacones, con un ático-dúplex-con terraza (además de con biblioteca y, cómo no, vestidor) en el centro y viviendo en pareja con mi maravilloso, inteligente, divertido y bien posicionado morenazo (lo de casada aún lo veía un poco lejano). ¡Ah! Y con un gatito que se fuese a enrollar en mis piernas al llegar a casa con los pies molidos por los 13 cm que me sostenían desde las 7 de la mañana." 

¿Cómo me veo, ahora, a los 25 años? (Realidad):

Periodista, sí, pero sin trabajo, sin ático-dúplex-con terraza en el centro y, por supuesto, sin novio perfecto y gato, respectivamente, esperándome en casa. Ni siquiera tengo un mísero estudio donde independizarme o un trabajo "digno" (véase Burger, Telepi o similar). Bueno, al menos tengo un enorme zapatero con una gran colección de tacones de 13 cm, eso sí (pero ninguno de Manolo Blahnik, Jimmy Choo o similar).

Pero bueno, como soy una persona nada conformista y muy optimista, aunque últimamente parezca lo contrario (qué queréis, me he quedado sin novio y sin trabajo dos veces en los últimos seis meses), he decidido poner remedio a esta situación. Sí, tras mucho esperar a que el señor Rajoy viniera a "rescatarme" (guiño guiño) de esta amargura constante y ver que se ha debido olvidar de su rubia favorita, he pensado coger yo el toro por los cuernos (creo que nunca me gustó esta expresión tan taurina... ¡Qué soez! Coger a alguien por los cuernos es regocijarse en las infidelidades del otro....), así que he hecho una lista con las "cosas" que, hoy en día, puedo hacer para triunfar, porque yo, señores, tengo que triunfar, en algún momento de mi vida, pero tengo que hacerlo. Es como las promesas esas de "qué tienes que hacer antes de morir": plantar un árbol, escribir un libro y casarte. Bien, de momento no he hecho ninguna de las tres, y encima me pongo una más: triunfar (pero las conseguiré, las cuatro, lo sé. Autoconvencimiento personal, recordad).

Es una lista básica para todos aquellos que queréis tener un puesto especial en esta nuestra sociedad perfecta, y yo, como soy la mar de generosa, he decidido compartirla con vosotr@s (compartir es vivir, como decía mi madre cuando no quería dejar mis juguetes en el parque). Así, que, chic@s, tomad nota, os hago partícipes de mi sabiduría infinita:

  • Ser concursante de Gran Hermano: es muy sencillo, sólo tenéis que montaros durante tres meses (bueno, a este paso la próxima edición durará unos cuatro años y medio) un papel (bueno, más que papel, personaje disparatado y/o freake), interpretarlo a la perfección y hasta sus últimas consecuencias y voilà, futuro asegurado, ya sea como colaborador en la televisión o como freaker profesional haciendo bolos por las discotecas, pero triunfar, triunfáis. (Hasta ahora es la opción que más me está convenciendo de toda la lista.)

  • Liarse con un famoso, pseudo-famoso o similar: esta es la opción más fácil de llevar a cabo para llegar a nuestro objetivo: triunfar. Dependiendo de nuestro físico, podremos aspirar a unas celebrities u otras, pero, no os preocupéis, siempre quedarán personajes como Leticia Sabater, que les da igual que seas "alto o bajo, gordo o flaco, con dinero o si no tienes dónde caerte muerto", que te harán un hueco en su corazón (por favor, si no os lo creéis, ved este vídeo, y si os lo créeis, también, vedlo, es una orden). Para esta estrategia hacia el éxito, sólo necesitáis un poco de estómago (el tamaño dependerá de lo fea que sea la socialité a conquistar), mucho morro y buenas piernas que aguanten las idas y venidas de platós que tendréis que soportar.

  • Hacerse político: corrupto, se entiende. Nada de política honrada, que si vas de bueno, te quedas en el camino y, al final, no triunfas, y todo esto es para conseguir una carrera con éxito, recordad. A ver, sólo necesitáis un traje de chaqueta (unisex, que ahora la moda masculina se ha extendido mucho), una cartera de piel (si es de Loewe o Hermès, mejor, cuanto más grande y más cara sea, más poder denotará) y mucha cara (o jeta, para que nos entendamos). Eso sí, debéis perfeccionar mucho la mentira, porque a la mínima, se os cazará y os cambiarán por otro más mentiroso todavía.

Hasta ahora, sólo he pensado en estas tres, pero son, sin duda, las más efectivas hacia una carrera de éxito en este país. Economistas, abogados, ingenieros de caminos, no estudiéis y hacedme caso, que con estas tres reglas básicas no os hace falta más. Yo ya estoy apuntada para la próxima edición de Gran Hermano, me estoy camelando a Leonardo Dantés para que me dé una cita y estoy yendo a un "curso de mentirosos profesionales para ascender en política". ¡Voy a convertirme en una mujer de éxito! ¡Y con poco más de 25 años!

martes, 12 de junio de 2012

Porque las desgracias nunca vienen solas

"Las desgracias nunca vienen solas". Qué gran frase. Corta, contundente, lapidaria. Con más razón que un santo. Es cierto, amig@s, los infortunios y la mala suerte no vienen solos, siempre llegan  acompañados de otras muchas cabronadas para hundirte aún más en la mierda, si cabe. (Dios, auguro un post negro, muy negro, casi tanto como las nubes que me están tapando la luz natural del sol por momentos. ¿Serán un signo de mi estado de ánimo?)

Yo, que soy una Rubia Neurótica, pero que, a mi vez, soy una de las personas más optimistas y vitalistas que conozco, y yo, esa que tampoco necesita mucho para ser feliz y que, aun teniendo abuela, no me hace falta para mirarme al espejo de vez en cuando y pensar "Qué buena estás, Alba", estoy empezando a pensar que las desgracias son tan amigas de otras desgracias que cuando ven a alguien mal (en este caso, mi persona), deciden acudir todas a una. Pobrecitas, son tan amigas que se quieren para lo bueno y para lo malo, así que nunca caminan en solitario, siempre juntitas, juntitas, juntitas...

La verdad es que tengo que reconocer que, aunque muchos piensen lo contrario, no soy de esas personas que han nacido con una puta flor en el culo. Esas personas a las que todo les sale bien y son felices en su perfecto mundo, con su novio perfecto, su trabajo perfecto y su vida perfecta... Ya veis, a mí, desde pequeñita, esa flor en el culo con la que debí nacer, se marchitó cuando yo tendría dos añitos y me caí desde lo alto de un tobogán en Mallorca, de vacaciones. Sí, amig@s, apenas contaba con 24 meses en mi haber y recuerdo perfectamente la estampa. ¡Qué hostión me pegué! Ni os lo imagináis... Estoy convencida, desde entonces, que mi flor decidió que era una auténtica pérdida de tiempo gastar sus días para que la suerte no desapareciera de mi vida, así que cedió su testigo a la puta desgracia (y a sus amigas, porque, ya sabéis, nunca van solas). Creo que, incluso, nos hemos hecho friends y todo (las desgracias, además de no venir solas, unen).

No os quiero aburrir (aunque eso sería imposible, porque mi vida es apasionante, la miréis por donde la miréis, con desgracias incluidas), así que no os voy a contar la serie de catastróficas desdichas que me persiguen desde que nací un 23 de febrero de 1987 (hasta para nacer elijo una fecha importante ¿o desgraciada?). Con tan sólo dos hechos vais a ver que yo, la Rubia Neurótica, podría ganar el Premio a la Solidaridad por los Damnificados de la Mala Suerte (vale, ahí va):

Yo, Alba P. Corpas, he perdido trabajo y novio en menos de una semana. Dos veces. En lo que va de año. Y estamos a principios de junio. Haced cuentas, en menos de seis meses he tenido tiempo de quedarme en paro, que me deje un chati, encontrar trabajo, encontrar a otro chati, perder ese trabajo y perder al segundo chati. Todo en menos de cinco meses y medio... ¡Récord donde los haya!

(De verdad, la gente que no me conoce me felicita muchísimas veces por "la imaginación desbordante que tengo para escribir..." No, señores, soy así de desgraciada por naturaleza. No me invento nada. Estas cosas me pasan. De verdad.)

 Lo más gracioso es la forma en la que pierdo las cosas. En los dos trabajos me han dicho prácticamente lo mismo: "Oh, Alba, vales mucho, vales mucho más que mucho, pero ahí tienes la puerta". En el segundo, incluso (palabras textuales) me reconocieron lo siguiente: "Oh, Alba, vales mucho, vales mucho más que mucho. Eres especial y te voy a decir una cosa: Eres la única persona de esta oficina que jamás, repito, jamás, ha perdido la sonrisa ni un solo día. Es de agradecer llegar y ver a alguien que siempre te espera con una sonrisa, y ya es difícil sonreír aquí. Te felicito por tu humor y tu optimismo, y espero que no lo pierdas nunca". Sí, pero a la calle. Estas palabras tan "especiales" hacia mi persona ocurrieron 5 segundos después de haber firmado el peor y más humillante finiquito de mi historia como empleada de este nuestro querido país, tan próspero y lleno de oportunidades para los jóvenes. Pero, oye, al menos, debo de tener una sonrisa preciosa, ¿no?

Y de los chatis... ¿Qué hablar de los chatis? Llamémosles Pepito 1 y Pepito 2, ambos de por ahí, uno del norte, otro del sur (Dios, se me está viniendo a la cabeza el anuncio de cerveza de "Quiero un poquito de sur para no perder el norte" Irónico, verdad?), ninguno madrileño, como la que suscribe, pero bueno, eso nunca supuso un problema para mi persona ("Mejor. Así me dejan los findes sola para salir con mis amigas. Un problema menos"). Ja. Me río yo de no tener problemas. Ambos opuestos (uno rubio, otro moreno; uno morenísimo de piel, otro lefotazo; uno viejuni, el otro, niñato), pero oye, los dos se pusieron de acuerdo para desaparecer. Sí, desaparecer. Sin más. Ambos dijeron un "Luego te llamo" y aún estoy esperando (hablo desde la más absoluta ironía, obviamente, no llevo esperando tres meses la llamada; al segundo mes ya me cansé de esperar algo que no iba a llegar nunca... Cri cri... cri cri...)

Esto no viene mucho a colación del tema que me ocupa hoy, pero, o lo digo o reviento: Hombres de mi vida (menos mi padre y demás familia): os odio. Os odio tanto (Nota mental: post sobre los cafres/capullos que han pasado por mi vida -aunque quizás sea demasiado largo, probablemente lo tenga que dividir en dos. O tres-) os deseo que os peguen ladillas, cuanto menos, pero oye, sin rencor, eh...

Pero, ¿sabéis qué? Que gracias a escribir todo esto, el optimismo ha vuelto a mi vida. Soy una persona vitalista y, por qué no, feliz. Feliz de que mis desgracias nunca vengan solas, porque cuantas más sean y más grandes, más me harán reír cuando consiga superarlas y verlas desde la distancia y, creedme, no sé si por actitud positiva o intento de no caer en una depresión constante, las desgracias las olvido rápido, porque regocijarse en los aspectos negativos de la vida, no hace más que jodernos las cosas buenas que, probablemente, nos estemos perdiendo. ¡Trabajo soñado y hombre de mi vida y futuro padre de mis hijos (cuatro, por lo menos), esperadme, ¡que ya llego!

viernes, 8 de junio de 2012

¡Cuánto daño ha hecho Whatsapp!

"¡Será cabrón! Se ha conectado y no contesta, el muy (PIIIIII)..." (Es que he decidido que estamos en horario/lectura infantil, así que voy a intentar cortarme un poquito con eso de los tacos, aunque en este post creo que me va a costar bastante contenerme...). "Hace dos horas que lo ha visto y pasa". "¡Está en línea!". "So perri, contesta, que sé que lo has leído". "Eeeeeooooooo"...

¿Quién no ha estado en esa situación alguna/miles de veces? Pues eso, ¡cuánto daño ha hecho Whatsapp en nuestras vidas! Y, que conste, que me reconozco febril y perdidamente adicta a eso de escribir mensajes instantáneos gratuitos a diestro y siniestro, pero amig@s, el primer paso para asumir una adicción ya conocéis cuál es: reconocerlo. Mea culpa.

Whatsapp. Dichoso Whatsapp. ¿Pero qué es exactamente? Es esa aplicación maldita (sí, este post también va de las malditas cosas que me rodean, que últimamente son muchas/demasiadas) que se ha colado en nuestras vidas sin apenas darnos cuenta, pero que si ahora nos la quitaran de las manos, preferiríamos la muerte... ¿O no? (¡Antes sin manos que sin iPhone! va a ser mi nuevo grito de guerra. Lo he ensayado y todo.)

Todos los que tengáis Whatsapp en vuestros queridos Smartphones, también llamados "extensiones de nuestras manos" sabéis a lo que me refiero. Sirve para todo: desde un "Quedamos a las 8", hasta conversaciones que duran horas y que son tan importantes como la reproducción de los pulpos del Mar del Norte (o sea, nada, por si alguien no había pillado el chiste biologil. Guiño guiño). 

Los de mi generación (sí, esa generación perdida, la mejor preparada y que huye de este país por tierra, mar o aire si quieren tener una oportunidad) somos los tontos del Internet. Porque, amig@s, no es la primera vez que nos hemos dejado engañar por una tecnología similar... ¿A que sabéis a que me refiero? Efectivamente, nuestro querido Messenger. Ains, Messenger, Msn de mis amores, cómo te hemos podido reemplazar en tan poco tiempo, que ya apenas nos acordamos de ti, sólo para reírnos de las tonterías que éramos capaces de escribir en tus páginas... ¡Seremos bobos! Pero si estamos haciendo lo mismo ahora con Whatsapp, pero este mola. Mola mucho. Mola mucho más que Messenger. ¿Por qué? No lo sé, pero mola. DEP Menssenger. (Ya sabéis, autoconvencimiento. Siempre funciona.)

Estamos totalmente enganchados a esa nueva tecnología que no nos hace ver más allá... Pero, ¿y lo felices que somos cuando vemos un dichosito icono verde con forma de bocadillo de la persona que tanto esperábamos? Hoy me he despertado con ganas de hacer una lista de cómo Whatsapp ha cambiado nuestras vidas (y nuestras relaciones):

Habéis ganado amigos que teníais en la agenda, pero que hacía miles de años que no hablabais, pero ¡Ah! como ahora es gratis... Retomáis conversaciones dejadas décadas atrás y, sin quererlo (o queriendo, que puede ser también que llevaras esperando años a que saliera una aplicación gratuita para hablar con la tía que tantas ganas tienes de traginarte desde hace tiempo, pero que no tenías dinero ni para un SMS) y empezáis a tener una relación whatsappil de horas y horas, hasta que ¡oye, tengo un nuevo amig@! (o folloamig@, como lo queráis ver las mentes calenturientas, que haberlas haylas -¡No sabéis cuántas!-).

Luego, sin embargo, está el extraño caso de la pérdida de amigos... Sí, como léeis, la pérdida... Porque todavía existe algún zagal por ahí olvidado que no conoce esta maravillosa aplicación (ya veis, parece que no tiene ganas de que cambie su vida, se ha quedado estancado allá por el siglo XX...) y, claro, tienes que avisarle de que habéis quedado, pero eso supone escribir un SMS y, Dios, eso cuesta a mi factura 0.15 €... Que le avise otro, que yo paso de escribir un mensaje de texto. El problema es que lo piensas tú, y Pepito, y Menganito, y así Julianito se queda sin saber que habíais quedado para tomar unas cañas... Tanto se cansa que, al final, busca un nuevo grupo de amigos estancados en la Prehistoria, que prefieren vivir con sus Nokia 3310 y sus One Touch Easy (y oyes, tan felices en su ignorancia whatsappil) y a ellos no les pica rascarse quince míseros y cochinos céntimos de euro en avisar a sus nuevos compis de tecnología, y claro, al final os podéis despedir de Jualinito y de su querido ladrillo del que no quiere desprenderse. Él se lo pierde, si no tienes Whatsapp, no eres nadie.

Whatsapp domina nuestros días, nuestras noches, nuestros ciclos del sueño... ¿Qué no? ¿Cuántas veces os habéis despertado con el "tiriri" que te avisa de un mensaje a las 6 de la mañana del borracho de turno, cuando tú llevas 6 plácidas horas durmiendo? (léase también cuando eres tú el hebrio y jodes al bello durmiente con un "Capullo, vaya noche te has perdido", "¿Mañana unas cañas en La Latina?" o, mi favorito,"¿Estás despiert@?" A ver, imbécil, ¿no ves que no me conecto desde las 23,35?) 

¿Y qué me decís de los grupos de Whatsapp? Tener un grupo es algo así como perder todo contacto humano con el resto de la población. Como te veas inmerso en una conversación de a 5, dejas de hacer caso a todo lo que te rodea, porque claro, o una cosa o la otra, no das para tanto. Y como dejes de mirar el Whatsapp dos cochinos minutos, te encuentras con 531 mensajes de los otros cuatro, entre los cuales seguro que encontrarás 499 en los que pone sólo "jajajaja" (y "jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja" cuando a Pepito le ha hecho una gracia infinita el comentario de Fulanito). La cosa se complica cuando tienes más de un grupo. Y más de un grupo activo a la vez. Yo tengo 9, haceos una idea de la capacidad de concentración que necesito como persona humana para atender a todos los puñeteros "jajajaja"... (¡Cómo se aburre la gente, en serio! Yo la primera, que encima estoy en paro...)

Y, por último, llega mi argumento favorito de porqué he acabado odiando el Whatsapp (sí, lo sé, hace cinco minutos lo amaba, pero es que yo soy muy bipolar): el "lo ha visto y no contesta, el muy hijo puta". Da igual lo que escribas, ya sea la mayor chorrada del mundo o la parrafada más inmensa sobre algún tema importante... El caso es que tú has dedicado X minutos de tu tiempo escribiendo a esa persona (con la correspondiente pérdida de concentración y dejadez hacia el resto de contactos de Whatsapp, con lo que jode) y esa persona no gasta ni un mísero segundo en contestar. ¿Por qué? Aaaaaaaaaah, ahí ya entran las múltiples respuestas que a cada uno se nos quieran ocurrir. El caso es que jode de una manera máxima el hecho de que nos ignoren, ¿verdad? "Será maldito... ¡¡¡Está en línea!!!" Vosotros reíos, pero yo he llegado a cambiar nombres de contactos en la agenda porque han dejado de caerme bien por esa indiferencia hacia mi persona (ya sabéis que como buena Neurótica, no paso ni una, y la indiferencia hacia mi ser es de las peores cosas que se me pueden hacer...)

¡Una cosa para navegantes whatsappiles! Si alguna vez no os contesto es porque estoy haciendo otras cosas o, simplemente, porque no quiero! Pero seguro que al día siguiente seré yo la pesada del "Eeeeeooooo", "Contéstame, que sé que lo has visto", "¿Estás despiert@?"