sábado, 21 de febrero de 2015

Difundamos literatura | Sorteo de 'In vino veritas', de Virginia Gasull

¡Buenos días, chicos!

Hoy quiero hacer una entrada diferente a lo que estáis acostumbrada de una rubia neurótica como yo, y éste es el publicar el sorteo que mis queridos Pedro y Teresa, padre e hija, han hecho en sendos blogs de reseñas de libros, con gran éxito, por cierto. 


Pues eso, como me he animado a participar en algunos sorteos de vez en cuando, entra dentro de las bases (y totalmente lógico) el publicar en cada uno de nuestros espacios dichos sorteos de libros. Así, cuanta más gente se entere, más podremos difundir el gran arte de la literatura. 

En esta ocasión, 'Leyendo en el bus' (@leyendoenelbus), blog de Teresa, y 'El búho entre libros', espacio de Pedro, sortean 'In vino veritas', de Virginia Gasull (@VirginiaGasull).

Os dejo el enlace y... ¡difundamos cultura! 



domingo, 15 de febrero de 2015

Hablemos de San Valentín y porno

Sí, voy a hablar de San Valentín y porno en un mismo espacio. Lo sé, vivo al límite. Estoy mu’ loca. Entiendo que la mayoría de vosotros sabríais distinguir entre el día vomitivamente romántico donde los haya y una simple peli porno que se puede ver cualquier día, pero yo, como últimamente estoy carente de ideas creativas entre tanto examen quiniela, tanto trabajo, tanto estrés y tantos bajones existenciales tipo “mi vida, qué pobre es” (en el sentido más personal y monetario de la palabra), lo he decidido unificar. Porque sí, porque, al fin y al cabo, amor y sexo no deberían estar reñidos. Aunque cuando diga sexo me refiera en este contexto a “hola, cartero. Pasa, que tengo que darte un paquete. Toma, toma, toma. Ah, ah, ah, qué rico, papi -cachete en el culo-”.

Avisados quedáis que no sé por dónde va a salir esta mezcla. San Valentín y porno han sido los temas que más han salido en mi trabajo esta semana, así que hale, lo voy a plasmar todo aquí. A lo grosso y sin borrar, que estoy mu’ loca. Bis.

Ésta era yo ayer por caprichos del destino cruel.
Por una parte, tenemos –tengo– a San Valentín que, teniendo con quien celebrarlo o no, no me quiere. Directamente. Es como si cada año se alinearan los planetas para que, de una manera o de otra, me tenga que quedar en casa. Pero es que este año ha sido como una alineación de planetas superior para mayor crueldad de mi destino, porque sí, amigos, una vez más, en este 14 de febrero me he quedado en casa. Cayendo en sábado. Y en Carnaval. Maldito mundo cruel. 

Y no es que crea yo mucho en eso de Cupidos, corazones y demás hombres cruzando el paso de cebra de delante de tu casa con un ramo de rosas sabiendo que es el único día del año en que le vas a ver en esos románticos términos, sino que creo, al menos, en que la crueldad del destino, en algún momento de mi vida existencial, me premiaría con un ‘algo’. Y cuando digo algo me refiero, aunque sea, a un amigo y/o amiga con quien salir un sábado por la noche, en vez de quedarme viendo laSexta Noche y su análisis de la lista Falciani. Y repito que no es por este puto San Valentín; es más bien por el buen funcionamiento de mi psique, porque hoy, domingo, tooooooooodo el mundo (y cuando digo toooooodo el mundo es tooooooooooodo mi Facebook) han subido mensajes y fotos de amor y, sobre todo y para mayor envidia de mi persona, fiestacas absolutas donde han corrido ron, whisky y muchos chupitos de Jagger (nota mental de mí para vosotros, porque en el fondo os quiero: NUNCA, repito NUNCA –y en mayúsculas- probéis ese líquido de la muerte. Yo le seguí la bola a mi grandísimo Churro –un amigo, no os penséis- y aún sufro las resacosas consecuencias desde hace meses). A lo que iba: Todo eso bañado con un sinfín colorista de disfraces absurdos. Con lo que a mí me gusta hacer el ridículo, por Dios. Pero no, en casa me hallaba, porque novio, amigos y demás personas vitales se encontraban en la no posesión de contentarme. Ni un disfraz. Ni una copa. Ni un chupito. Maldita vida.

Encima todo esto lo tengo que sumar a que no pude acudir a un encuentro de escritores y blogueros porque, para mayor crueldad de mi destino y agenda primeramente solapada y totalmente vacía después, tenía una cita ineludible que no podía cambiar. Pero claro, eso era antes de que el destino quisiera reírse de mí. Una vez más. Tenés todo, tenés nada, como dice uno que yo me sé y al que mucho aprecio, precisamente, no tengo (ya veis, colchoneros, podéis echaros encima de mi persona. Después de este fin de semana de mierda ya no le tengo miedo a nada. Muajajaja).

Me veo aprendiendo así el año que viene.
Y ya dejando a un lado al jodido 14 de febrero, donde se me ha olvidado especificar que lo más divertido y arriesgado que hice en todo el día fue acompañar a mi madre a hacer la compra, pasamos al tema guarrillo del pornis, que sé que lo estabais esperando.

Creo que nadie me creerá cuando diga aquí, en primicia y para todos mis radiovidentes (Esta palabra no existe, ¿verdad?) que nunca he visto porno. Y cuando digo nunca, no cuento aquella vez que otro amigo me puso el vídeo porno casero de Paris Hilton en su casa, con pizzas y calimocho un viernes cualquiera. Eso era casero y pixelado, a lo Canal+, así que no, no lo contamos.

Pues estando esta semana en la oficina, ésa en la que no pasa un día en que casi me haga pis encima de lo que me río, salió el tema típico entre compañeros (sí, sí, he dicho típico) de “hay que ver porno para aprender”. Porque sí, amigos, un compi me relató en un verdadero partido de tenis (solo hablábamos él y yo mientras el resto miraba a uno y otro lado flipando con nuestro debate de vidas sexuales varias), que el porno es educación. 

Según él, los tíos no ven porno para lo que viene siendo su disfrute y goce personal, no, sino para “aprender y luego educar al mundo”. Y cuando digo mundo me refiero a –palabras textuales- “novia, amigas o lo que surja”. 

Pero, vamos a ver, hombres del mundo, que no hace falta haber visto pornis para saber que eso, queridos míos, es UNA PELÍCULA. Mala y sin argumento, pero una película, al fin y al cabo. Ficción, amigos. No queráis descoyuntarnos por la mitad porque visteis que una actriz se descuajaringaba en dos para ese toma, toma, saca, saca más profundo. 

Pero bueno, que yo soy muy de hacer autocrítica y quizás tengáis razón en eso de aprender para después educar. O reeducar. Vaya, que podía haber aprovechado mi mierda de día de San Valentín para haberme puesto a estudiar artes amatorias a la par que sexuales. No pasa nada, total, para el próximo año volveré a no tener cita o fiesta con disfraz incluido… Un forever alone en toda regla. Pero oye, al menos tendré para estudiar. Clic.