lunes, 24 de diciembre de 2012

Juguetes de ayer y hoy

"¿Cómo están ustedeeeeeeeeeeeeees?" ¿A qué todos sabéis a qué carismático, entrañable y querido personaje estoy haciendo alusión? Miliki, estaba claro, ¿no? ¡Pues no! Porque existe una generación de niños mutantes tecnológicamente hablando que jamás sabrán quiénes eran Los payasos de la tele, lo que era bajar a la calle para jugar al fútbol con chapas y tampoco conocerán el maravilloso y gordo libro de Petete, ese gran ¿pollo/pato? que lo sabía 'to'. Pero to, eh, tú tenías cualquier duda y tu madre te decía: "Pregúntale a Petete, en él hallarás la respuesta" (sólo faltaba que culminase la frase con un "sigue al maestro, pequeño Padowan").

Y es que es así, amigos, nuestros sobrinos, hijos (míos no, gracias) y demás especímenes de menos de 12 años jamás conocerán lo que son los juguetes de verdad. Y cuando digo "de verdad" me refiero a esos que nos hacían restregarnos por el suelo, saltar hasta que nos explotase el corazón y tuviésemos las mejillas al rojo vivo y los que nos daban pequeñas descargas cuales cirujanos expertos en la materia. Parece que hablase como nuestros abuelos, pero, en serio, han cambiado mucho las cosas desde que la tecnología entró en nuestras vidas y decidió quedarse.

¿Qué se piden los niños de hoy en día? Su carta a los Reyes Magos, Papá Noël y todo ser que diga de traerles regalos en Navidad está llena únicamente de chismes con botones y cables y más cables (bueno, ahora no, que con este del Wifi y el bluetooth y todas estas tecnologías varias, no hacen faltan ni cables). Ahora, la carta de un niño quedaría tal que así: PS3, WII U, XBox, Wall of Craft, Grand Theft Auto... No entendéis nada, ¿a que no? Yo tampoco. Cuando tenga un hijo, le diré que me escriba la carta y con ella tendré que ir a una juguetería y decirles: "Quiero esto y no me haga leerlo, porque yo sólo hablo castellano. Gracias".

Pero es que las niñas no se quedan atrás, no. Dónde habrán quedado esas colecciones de Barbies, Nancys, Nenucos, Barriguitas y PiniPones que todas teníamos. Cada muñeca más bonita que la anterior. Sus melenazas rubias y brillantes, sus vestidos de princesas, sus sonrisas Profident... Pues no, amigos, ahora las niñas de hoy están en otra onda. Una onda más moderna, o eso dicen, porque a mí que me expliquen qué tienen de bonito unas muñecas que son zombies. Sí, queridos, zombies, con cicatrices en la cara, la piel verde putrefacta y la ropa rota. Yo intento ser empática y llegar a entender la belleza de tales muñecos, pero belleza, lo que se dice belleza, no se la encuentro por ninguna parte. A nosotras nos regalaban la peluquería de la Barbie y cogíamos a esa muñeca de piernas largas, la sentábamos ante el tocador y le hacíamos más moños que a Yurena en Sálvame (guiño, guiño). Sin embargo, eso ya debe ser cosa de abuelas pochas, porque, en la actualidad, lo que se lleva es tener 7 años y pedirse un iPad con un juego con el que cortar y destrozar la cabellera de una linda muñequita. Como lo oís, ¿cómo va a ser igual peinar a la Barbie de forma real a tocar una pantalla fría y mover los dedos a modo de tijera para cortarle las puntas? Nada, que no me entra, lo mire por donde lo mire...

Por eso, en la noche en que el primero de los regaladores navideños llega a nuestras casas, he decidido volver a escribir la carta que yo siempre hubiese querido que los niños de hoy en día escribiesen y así vieran, de verdad, que no todo es sentarse en el sofá y quedarse bizcos con tanto mandito delante de la tele. Mi carta (y la de muchos de vosotros seguro que también) sería tal que así:
  • Barbie Doctora y su clínica veterinaria: muñeca preciosa donde las haya, con sus miles de accesorios, imprescindibles todos ellos. Me pido a la Doctora, pero si, por algún casual, consideraseis que he sido muy, muy, muy buena, me pido también su coche descapotable, la mansión y la carroza (con Ken incluido).
  • Un balón de fútbol: para saber lo que es salir a correr con una pelota entre los pies, caerte, desollarte las rodillas y que tu madre te grite por la venta: ¡¡Alba!! ¿¿Qué haces?? ¡¡Sube pa' casa ahora mismo que te limpie esa herida, que se te va a infectar!!
  • Juego Operación: sí, amigos, siempre me quedé con las ganas de tener ese gran juego, en el que te convertías en un cirujano de prestigio y debías sacarle al paciente todas las cosas malas que tenía dentro de su cuerpo: desde gafas en el estómago hasta huesos de perro en el hígado. Muy raro todo, sí, pero molaba. Me lo pedí durante todos mis años de infancia y nunca llegó. En vez de ese, mis queridos Reyes Mayos decidieron un año "echarme" un juego interactivo llamado Quique Tembleque, un ciempiés que sostenía bolas y sólo funcionaba si te reías a carcajadas. Imaginaos a los 5 minutos de forzar unas carcajadas que no salían por sí solas. Nada, éste no os los recomiendo.
  • Un libro: pero un libro físico, nada de eBook, para acostarme por las noches y leer con la lamparita mientras mi madre grite: ¡¡Alba!! ¡¡Apaga ya la luz, que mañana hay cole y no habrá persona humana que te levante!!"

Pediría muchas cosas más, pero no soy avariciosa y sé que los Reyes Magos este año andan algo hasta el cuello con esta jodida crisis. Ya veis, amigos, hasta la mismísima sangre real se ve empañada por estos momentos crisiles... Desde aquí, y con este pequeño guiño nostálgico a nuestra infancia, os quiero desear UNA MUY FELIZ NAVIDAD PARA TODOS Y CADA UNO DE VOSOTROS que, aun faltando siempre personas importantes en nuestras vidas, nos merecemos pasar unas fiestas en paz, divertidas y disfrutando de los más peques de la casa, que, aunque se pidan tantas maquinitas, qué le vamos a hacer, los tiempos cambian, pero recordad, habladles como nos hablaron a nosotros: "Yo, cuando era pequeño, no existían esas cosas y nos divertíamos igual... bla bla bla..." Ahora les entendemos, ¿verdad?

Sed felices,

Alba.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Cuando Apalabrados domina tu vida


Me cago en el Apalabrados, en quien ha conseguido viciarme y, en primera instancia -y a quien, con motivos, echo la culpa de todo- en quién cojones lo inventase. Dichoso jueguecito que te quita horas de estudio, de sueño ¡y de vida! Creo que he perdido, por lo menos, tres días de mi lilfe sólo mirando a la pantalla del iPhone intentando colocar esa puta "X" en una casilla de triple puntuación.

Bueno, hablo del Apalabrados dando por hecho de que todos sois conocedores de esa cabronada de juego. Todos menos yo, que, cómo no, lo conocí más tarde que el resto de personas humanas (qué queréis, soy rubia. Juas, yo, que soy la primera que abogo por la inteligencia de las rubias y mira, metiéndome ahora con el género. En fin).

Si por algún casual no vivís en este planeta o no ha llegado a vuestras manos un Smartphone de ultimísima generación, os diré que es un juego simple, pero complicado, si la suerte no está de vuestra parte (y de la mía no está nunca jamás de los jamases). Todos los juegos de mesa de nuestra querida infancia se han subido al carro tecnológico y han decidido hacer su versión 'móvil', y claro, éste no iba a ser menos. Para aquellos que se quedaron nadando allá por la Posguerra, os diré que se trata del clásico Scrabble. Y si ya eres más antiguo que el Renault 21 de mi padre (que ya tiene más de 20 años y ahí sigue, dando guerra) podéis llamarlo también Intelect, que así es como lo llama mi madre (tan poco moderna ella).

Es una tontería y una genialidad en sí mismo. Tan sólo se trata de ir colocando letras y formando palabras, encadenándolas a la vez con otras. Ya está, esa es toda su explicación. Pero no, no se nos cuenta la letra pequeña o, al menos, a mí me engañaron vilmente. Te dicen que es muy sencillo y ¡ale! clavada por detrás, ven que eres una presa fácil y van a cuchillo, porque yo, amigos, mujer de letras puras y duras, debo confesar que soy una pésima jugadora. Paupérrima. De lo malo, lo peor y de lo peor, lo inaguantable. En serio, si estáis con la moral por los suelos, de esos bajones que nos entran a todos porque nos hemos tenido que abrochar el cinturón en un agujero más o porque te haya salido un grano de esos de nivel +150, tranquilos, podréis echar conmigo una partidita y ver que siempre hay alguien peor que vosotros: la Rubia Neurótica que suscribe.

Sí, lo admito, he caído rendida a sus pies hace escasos días, pero no porque no lo intentase antes. Ya lo probé un par de veces, no os creáis. Y las dos veces por lo mismo. Por lo de siempre. Los hombres (¡malditos!). Sí, intentaron que entrase en esa vorágine de partidas jueguiles donde, por el simple hecho de conocer a esa persona, es más gratificante aplastarla como un garbancito cocido. Pero no lo consiguieron. Me aburría (del juego. Bueno, y así, en petit comité, de ellos también).

El caso es que no pensaba que hubiera una tercera oportunidad a eso que yo denominaba "truñaco de juego, que os tiene a todos absorbida la mollera". Pues sí, no hay dos sin tres (tan refranera mi persona). Y ese momento llegó en una celebración familiar. Si tenéis tantos familiares como yo, que parecemos una boda gitana cada vez que nos juntamos (por el número de asistentes, ¿eh? No os vayáis a pensar que nos ponemos a cantar eso de "He venido a tu casamiento para partirme la camisa" Vaya muerte), eso, que me entenderéis. Que si uno empieza a hablar de que le encanta el Apalabrados, de que al otro también, de que apúntate, Alba, y nos echamos unas partidas... Y claro, cómo le vas a decir que no a tu tía Cecilia (que has escuchado que tu prima Virgi le gana siempre, porque es una pathetic player). Ahí piensas, bueno, al menos, a ella seguro que le gano. Y dices "venga, vale, voy a intentarlo". Craso error, Alba, craso error.

Comienzas jugando con tu familia (que sobra decir que, por supuesto, me han ganado en todas y cada una de las partidas, menos mi tía Cecilia, que conseguí meterle la dichosa X en el último momento y gané cual victoria espartana) y acabas ludópata perdida por jugar con quien sea, hasta con desconocidos. Ahí es cuando ya se te puede considerar un desesperado del Apalabrados. Optas por "contrincante aleatorio" y ale, una detrás de otra. Y si no te contesta el susodicho enemigo no conocido, empiezas otra. Y otra. Y otra. Hasta que te encuentras con 34 partidas abiertas a la vez (de las que pierdes 32). Muy triste todo.

Pero, además, si aún no os he convencido de lo genial de este juego (aunque lo odie profundamente) es que no sólo de ludopatía vive el hombre. Apalabrados sirve, además de para meter fichas al tablero, para metérselas al oponente. Sí, sí, han intentado entrarme por el chat del jueguecito más de una y más de dos veces. "Tienes los ojos tan azules como los lagos de Suiza" (verídico). Hay gente pa to, lo sé. Me dio ganas de decirle "chato, no me seas daltónico, que son verdes, y sigue con el jueguecito, que yo no he venido aquí para hacer amigos". Pero vamos, que eso, que si os mola ligar, que también podríais. Qué grande es este puto pasatiempo.

Lo mejor de todo (bueno, lo peor, creo) es que el dichoso jueguecito no sólo consigue enganchar y dejar sin vida a aquellos que estamos jodidamente viciados, sino que a los que no lo conocen, también. Y pensaréis, bueno, a ésta se le ha pirado la almendra ya del todo. Pues no, queridos, mi querida y santa madre, esa amada progenitora de mi persona que me dice que salgo bizca en la fotografía de mi currículum, también ha sucumbido al Apalabrados. Sin catarlo, señores. Qué guay es my mother, ¿eh? Para que os hagáis una idea: está como loca por hacerse con un Smartphone (ambos padres míos aún andan con antiguallas Nokia's del tipo 'ladrillo que no cabe ni en un Brikin' (un Birkin es un bolso XXL de Hermès, incultos) ¡para jugar al puto juego! Tanto es así que el otro día nos llamaron de Orange para ofrecernos el oro y el moro y va ese amor de persona que me dio la vida y le dice: "Yo lo único que quiero es un móvil de esos con el que pueda jugar al Apalabrados". Olé tú, mamá. Olé tú.

Y nada, ya sólo deciros que, si aún no conocéis la jodida aplicación, ¡sed listos! ¡No os la descarguéis! ¡La ignorancia es la felicidad! Si no, cuando menos lo esperéis y sea un martes a las 2:30 de la mañana, se os joderá la conexión a Internet en casa y os veréis llamando al Servicio Técnico de la compañía cual drogadicto con síndrome de abstinencia. Sí, como os imaginabais, me ha pasado. Qué dura es la vida del  drogodependiente apalabril.

P.D.: Odio este juego por la vida que me está absorbiendo por momentos, pero bueno, que sepáis que tengo como nik 'Corpisela', por si algún alma perdida como mi persona decide echarse un vicio con esta paupérrima jugadora y subir así su moral. Pero lo odio, eh, de verdad. Clic.

martes, 4 de diciembre de 2012

'Alba se queja', vol. I;

Yo, Alba P. Corpas, me declaro en rebeldía. Ea. Sí, sí, y rebeldía de esa de la buena, de la que ya no tiene marcha atrás. Los que ya me conocen pensarán que no es nada nuevo, que entonces seré la misma Rubia Neurótica, rebelde y loca como una cabra de siempre. Pero no. Hoy -y no mañana, ni ayer, ni dentro de un año- hoy, he decidido arremeter contra toda persona-cosa-bicho viviente que se me ponga por delante.

Y por qué os preguntaréis. Bien, pues porque hoy -y no ayer, ni mañana, ni dentro de un año- hace seis meses que estoy en paro. Desempleada. Desocupada. En las listas del Inem (ahora SEPE, para los jodidos suertudos que nunca se han encontrado haciendo cola en sus queridas y malolientes oficinas). Seis putos meses ya en los que he pasado por diversas etapas: desde el optimismo más ilusorio (y totalmente ingenuo por mi persona) de "no pasa nada, encontraré algo mejor en cero coma, porque yo lo valgo" (o eso me dice mi madre. Y lo que dice mi madre va a misa), pasando por la típica fase de "ahora es verano, quiero disfrutar de él, porque ya me tocaba. En septiembre ya tendré tiempo de preocuparme", hasta llegar a hoy -y no ayer, ni mañana, ni dentro de un año-, en que me hallo en la etapa de desesperación-frustración-cabreo con el mundo laboral -y con el general también- elevada a la máxima potencia.

Total que, como Rubia Neurótica por excelencia que soy, sumado a mi estado de rebeldía por un tiempo indeterminado X, hoy he declarado mi estado de guerra particular. Sé que muchos creeréis que no tengo derecho a quejarme, de hecho, muchas veces yo también lo pienso, que hay miles de personas que están en condiciones infinitamente peores a las mías, pero ayer mi querida y pequeña amiga Tere me dijo que cada uno podíamos expresar lo que necesitásemos en cada momento. Así que ale, hoy pienso despotricar contra el mundo y quejarme de todo y todos hasta quedarme a gusto. Agárrense los cinturones, amigos, porque hoy comienzo con mi nueva sección 'Alba se queja'.

Y, viendo lo quejica que soy en mi vida diaria -y sin estado de guerra/rebeldía de por medio-, auguro que éste no va a ser el único post que escriba para soltar todo lo que llevo dentro. De hecho, estoy pensando que es una terapia genial para desahogarse. Ale, os animo a everybody a que soltéis todo lo que se os pase por la cabeza (bueno, hasta unos ciertos límites, que después os plantáis delante de Rajoy, le dais dos hostias bien dadas -y súper merecidas- y luego vais y me echáis la culpa a mí y a mi estado de guerra/rebeldía. Eso no, eh).

Por todo ello, y por el poder que me han conferido mis seis meses de paro y mi derecho natural a estar cabreada con el mundo, queda inaugurada mi sección 'Alba se queja'.

'Alba se queja' vol. I:

  • Yo, Alba P. Corpas, me quejo de esta puta crisis que tanto daño está haciendo a tantísimas personas que quiero. Y a las que no conozco también. Me quejo de la desaparición exponencial y a pasos agigantados de la clase media. Me quejo de que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres; que tengan que ver con absoluta y cruenta impotencia cómo les desahucian de sus casas, cómo no tienen qué llevarse a la boca y cómo ven su vida resquebrajarse en pedazos en apenas unas décimas de segundo.
  • Yo, Alba P. Corpas, me quejo de este Gobierno, liderado por el señorito Rajoy, su barba (que tiene vida propia) y su cuadrilla de pelos filete (acepción inventada por mi persona: dícese de los chicos que han decidido peinarse como si llevaran una chuleta en la cabeza, la cual sólo les deja ver por un ojo, ya que el otro lo tienen tapado por esa extraña y viviente mata de pelo ondulada. Tales especímenes, además, cuentan con una indumentaria y jerga propias, caracterizadas por polos de cocodrilo y expresiones tales como "te lo juro por Snoopy", respectivamente). Me quejo de sus políticas antisociales, de sus amnistías fiscales a amigos, de sus privatizaciones diarias en sanidad y educación, de sus cansinos rescates a la Banca, de sus patadas en la cabeza del tipo "Los jóvenes españoles se marchan al extranjero por su espíritu aventurero y no por la crisis" (oído de la señorita Marina del Corral hace apenas unos días) y por tantísimas cosas más que no me apetece escribir, porque se me está acelerando la patata por momentos.

Y ya, a título completamente personal e intransferible, me quejo de muchas cosas más:

  • Me quejo de mi puto nuevo vecino, el cual no duerme con una esposa al lado, no, sino con una escoba con la que se dedica a dar hostias a mi pared día sí y día también. ¿Por qué? No lo sé, sólo sé que le encanta tocar los bemoles como hobbie. Sí, yo también lo pienso, hay gente pa tó.
  • Me quejo de mi padre, que tiene tanta confianza en mi persona (pero taaaaanta tanta tanta) que me dijo hace exactamente dos días que dejara la nueva carrera que acabo de emprender (Psicología) porque, una vez más, no me iba a servir de nada. Esto se remonta ya a siete años atrás, cuando decidí estudiar Periodismo y no Informática, como mi progenitor pretendía. Gracias, papá, one more time, por confiar tan fervientemente en tu hija y sus posibilidades. De nuevo, gracias.
  • Y, por último, hoy me quejo de los reclutadores de puestos de trabajo, los cuales desechan mi currículum sin leerlo siquiera. Lo hacen una bolita y lo tiran a la puta basura o, lo que es lo mismo, lo borran de su base de datos en su versión online. Muchísimas gracias también a vosotros, por hacerme creer -y ver, porque a las pruebas me remito- que tener una licenciatura, dos másteres y experiencia en el sector no sirven ni para limpiarse el culo. Gracias, muchas gracias.

Y hasta aquí mis protestas de hoy, porque sé que mañana tendré que seguir quejándome de mi vida en general y de mis miserias en particular, y tampoco quiero hundirme today más de lo que estoy. Desde aquí os animo a que todos os quejéis, que es muy bueno. Es genial gritarle al mundo "¡¡JODIDO PORCULERO!! ¡¡HOY ME HE LEVANTADO CON GANAS DE GRITARTE: ¡¡QUE TE PETEN!!" y cosas así. Es muy gratificante, en serio, es como subirte a la báscula y ver que has perdido dos kilos sin hacer nada de dieta. Bueno no, creo que no hay nada mejor que eso, pero la satisfacción es, más o menos, parecida, pierdes lastre. 

Ale, amigüitos, ¿de qué os quejáis vosotros? La plataforma 'Alba se queja' está abierta para todos... Clic.