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domingo, 15 de febrero de 2015

Hablemos de San Valentín y porno

Sí, voy a hablar de San Valentín y porno en un mismo espacio. Lo sé, vivo al límite. Estoy mu’ loca. Entiendo que la mayoría de vosotros sabríais distinguir entre el día vomitivamente romántico donde los haya y una simple peli porno que se puede ver cualquier día, pero yo, como últimamente estoy carente de ideas creativas entre tanto examen quiniela, tanto trabajo, tanto estrés y tantos bajones existenciales tipo “mi vida, qué pobre es” (en el sentido más personal y monetario de la palabra), lo he decidido unificar. Porque sí, porque, al fin y al cabo, amor y sexo no deberían estar reñidos. Aunque cuando diga sexo me refiera en este contexto a “hola, cartero. Pasa, que tengo que darte un paquete. Toma, toma, toma. Ah, ah, ah, qué rico, papi -cachete en el culo-”.

Avisados quedáis que no sé por dónde va a salir esta mezcla. San Valentín y porno han sido los temas que más han salido en mi trabajo esta semana, así que hale, lo voy a plasmar todo aquí. A lo grosso y sin borrar, que estoy mu’ loca. Bis.

Ésta era yo ayer por caprichos del destino cruel.
Por una parte, tenemos –tengo– a San Valentín que, teniendo con quien celebrarlo o no, no me quiere. Directamente. Es como si cada año se alinearan los planetas para que, de una manera o de otra, me tenga que quedar en casa. Pero es que este año ha sido como una alineación de planetas superior para mayor crueldad de mi destino, porque sí, amigos, una vez más, en este 14 de febrero me he quedado en casa. Cayendo en sábado. Y en Carnaval. Maldito mundo cruel. 

Y no es que crea yo mucho en eso de Cupidos, corazones y demás hombres cruzando el paso de cebra de delante de tu casa con un ramo de rosas sabiendo que es el único día del año en que le vas a ver en esos románticos términos, sino que creo, al menos, en que la crueldad del destino, en algún momento de mi vida existencial, me premiaría con un ‘algo’. Y cuando digo algo me refiero, aunque sea, a un amigo y/o amiga con quien salir un sábado por la noche, en vez de quedarme viendo laSexta Noche y su análisis de la lista Falciani. Y repito que no es por este puto San Valentín; es más bien por el buen funcionamiento de mi psique, porque hoy, domingo, tooooooooodo el mundo (y cuando digo toooooodo el mundo es tooooooooooodo mi Facebook) han subido mensajes y fotos de amor y, sobre todo y para mayor envidia de mi persona, fiestacas absolutas donde han corrido ron, whisky y muchos chupitos de Jagger (nota mental de mí para vosotros, porque en el fondo os quiero: NUNCA, repito NUNCA –y en mayúsculas- probéis ese líquido de la muerte. Yo le seguí la bola a mi grandísimo Churro –un amigo, no os penséis- y aún sufro las resacosas consecuencias desde hace meses). A lo que iba: Todo eso bañado con un sinfín colorista de disfraces absurdos. Con lo que a mí me gusta hacer el ridículo, por Dios. Pero no, en casa me hallaba, porque novio, amigos y demás personas vitales se encontraban en la no posesión de contentarme. Ni un disfraz. Ni una copa. Ni un chupito. Maldita vida.

Encima todo esto lo tengo que sumar a que no pude acudir a un encuentro de escritores y blogueros porque, para mayor crueldad de mi destino y agenda primeramente solapada y totalmente vacía después, tenía una cita ineludible que no podía cambiar. Pero claro, eso era antes de que el destino quisiera reírse de mí. Una vez más. Tenés todo, tenés nada, como dice uno que yo me sé y al que mucho aprecio, precisamente, no tengo (ya veis, colchoneros, podéis echaros encima de mi persona. Después de este fin de semana de mierda ya no le tengo miedo a nada. Muajajaja).

Me veo aprendiendo así el año que viene.
Y ya dejando a un lado al jodido 14 de febrero, donde se me ha olvidado especificar que lo más divertido y arriesgado que hice en todo el día fue acompañar a mi madre a hacer la compra, pasamos al tema guarrillo del pornis, que sé que lo estabais esperando.

Creo que nadie me creerá cuando diga aquí, en primicia y para todos mis radiovidentes (Esta palabra no existe, ¿verdad?) que nunca he visto porno. Y cuando digo nunca, no cuento aquella vez que otro amigo me puso el vídeo porno casero de Paris Hilton en su casa, con pizzas y calimocho un viernes cualquiera. Eso era casero y pixelado, a lo Canal+, así que no, no lo contamos.

Pues estando esta semana en la oficina, ésa en la que no pasa un día en que casi me haga pis encima de lo que me río, salió el tema típico entre compañeros (sí, sí, he dicho típico) de “hay que ver porno para aprender”. Porque sí, amigos, un compi me relató en un verdadero partido de tenis (solo hablábamos él y yo mientras el resto miraba a uno y otro lado flipando con nuestro debate de vidas sexuales varias), que el porno es educación. 

Según él, los tíos no ven porno para lo que viene siendo su disfrute y goce personal, no, sino para “aprender y luego educar al mundo”. Y cuando digo mundo me refiero a –palabras textuales- “novia, amigas o lo que surja”. 

Pero, vamos a ver, hombres del mundo, que no hace falta haber visto pornis para saber que eso, queridos míos, es UNA PELÍCULA. Mala y sin argumento, pero una película, al fin y al cabo. Ficción, amigos. No queráis descoyuntarnos por la mitad porque visteis que una actriz se descuajaringaba en dos para ese toma, toma, saca, saca más profundo. 

Pero bueno, que yo soy muy de hacer autocrítica y quizás tengáis razón en eso de aprender para después educar. O reeducar. Vaya, que podía haber aprovechado mi mierda de día de San Valentín para haberme puesto a estudiar artes amatorias a la par que sexuales. No pasa nada, total, para el próximo año volveré a no tener cita o fiesta con disfraz incluido… Un forever alone en toda regla. Pero oye, al menos tendré para estudiar. Clic.

lunes, 22 de septiembre de 2014

No todos los hombres son manitas

No, no todos lo son. De hecho, no solo no los hay diestros con sus manos, sino que los hay torpes, muy torpes. Sí, lo habéis adivinado: los manazas. Y convivo con el padre de todos los manazas: Sí, mi padre. Buscad la palabra 'manazas' en el diccionario y os sale su cara, en serio. Veréis a un hombre peculiar, regordete y con barba y pensaréis "mira, el padre de los manazas". Y pensaréis, madre mía, ¡cuánto amor de hija, qué vapulación a su progenitor! ¡Pues ya os digo yo que merecida!

Viniendo del trabajo y divagando en historias varias con mi Manza, he llegado a la conclusión de que os tenía que contar la última de este hombre, pero es que ahora que estoy escribiendo el post, me doy cuenta de que no solo os voy a contar una anécdota, sino una metáfora de mi vida. Sí, la Rubia Neurótica se ha puesto filosófica (que yo era muy de sacar sobresalientes con Kant y Descartes, qué os pensáis...).

Ésos son los relojes y, obviamente, mi cara de rubia poseída ante tal estampa.

Resulta que estaba yo taaaaaaaaaaaan feliz (ojo a las 'aes' de mi 'taaaaaaaaaaaan': significan un nivel de felicidad nivel a tope máximo) con mi nueva adquisición, que ha venido Murphy en forma de padre manazas y me lo ha tirado por tierra. O por arena. Para aquellos que aún no lo sabéis (o sea, la mayoría) esta loca que suscribe hizo caso a su súper mega locura interior más de la cuenta y... ¡se compró un piso! (Sí, ésa soy yo). Bueno, quien dice piso, se refiere a un solar que, supuestamente, en dos o tres años es donde estará construido mi hogar (sí, así suena muy bonito; el pagarlo ya no tanto). 

Que me desvío de la cuestión: Pues estaba yo taaaaaaaaaaaaan feliz (enfatizo mi felicidad de nuevo para resarcirme en la crueldad de mi destino) con mi nueva casita que claro, una no podía estar sin comprar nada hasta dentro de tantos años (sí, esto es como la que se queda embarazada y, por no esperar a que le digan el sexo del bebé, compra toneladas ingentes de bodies amarillos), que me compré una monada en forma de dos relojes extra grandes de arena de súper mega diseño -al igual que de súper diseño era su súper y caro precio- que colocaría en mi futuro salón, al que claro está, una ya sabe cómo piensa decorar.

¿Y dónde entra mi señor padre en esta historia, precisamente? Os cuento: el destino, una vez más y ya está haciendo demasiadas de las suyas en mi existencia vital últimamente, ha hecho su aparición. Llevo esperando esos dos relojes meses (desde junio, de hecho), los recogí hace dos días y ¡tachán, tachán! ¿Quién es el hombre que decide un lunes a las seis de la madrugada coger una bolsa QUE NI LE VA NI LE VIENE, la huele y cotillea cual niño pequeño y decide SOLTARLA EN EL AIRE, porque claro, NO LE IMPORTA UNA PUTA MIERDA? Pues eso. Vale que a los hombres esto de la decoración les importe lo mismo que a mí el ciclismo de la sobremesa, pero... ¡JODER, QUÉ MANAZAS, COÑO!

Llamadme rubia intuitiva, pero creedme que he saltado de mi cama (sí, a las seis de la mañana) gritando cual posesa de psiquiátrico sabiendo que mi progenitor había destrozado mis súper relojes de arena... Y ahí va la metáfora: ¿Será la historia de mi vida? ¿Se me estará acabando el tiempo? Ains Señor, llévame pronto e invita a mi padre a una clase de "niño, las cosas de los demás no se tocan". Clic.

domingo, 21 de septiembre de 2014

¿Por qué lo llaman 'primera cita' cuando quieren decir 'a ver si me la trajino a la primera'?

"¡La vida empieza hoy, ya veremos qué pasa mañanaaaaaaaaaaa!" Taaaaaaaan feliz que vuelvo de ver a Sergio Dalma en concierto que hasta me he vuelto un poco romántica desde anoche (mentira, ya sabéis que eso en esta Rubia Neurótica que suscribe es imposibol totally), pero bueno, a lo que venía yo hoy, a destapar mitos que ocurren en las primeras citas ante lo que creemos las mujeres -incrédulas a tope máximo- que es un caballero seductor. ¿Y por qué se me ha ocurrido hablar de esto, precisamente hoy, un domingo de resaca sergiodalmera? Pues porque he leído un artículo -buenísimo a la par que increíblemente inverosímil- de GQ España. 

En dicho repor (cuán cool me parece la palabra 'repor', es muy de jerga periodística del siglo twenty one) explican las 20 cosas que debería hacer un verdadero seductor en su primera cita con una jamelga (sí, la urbanita de mi persona ha escrito 'jamelga'. Señor, llévame pronto). Bien, pues me ha encantado el artículo, pero aquí está esta Rubia para desmontarlo y hablar de lo que, en realidad, hacen los hombres en dicho primer encuentro o, al menos, con lo que me he encontrado yo en toda mi existencia vital (y no es que todo haya sido malo, pero es que aquí lo que mola es que os cuente mis desgracias, no las pocas cosas buenas que me he encontrado con estos seres de pensamiento penil. Y sí, recalco la palabra 'pocas').

Ahí va (Mito by GQ Spain Versus Realidad by Albuli, alias Rubia Neurótica):

1. Ten un plan: Diseña una noche perfecta. Asegura la reserva del restaurante -suponemos que conoces la carta de antemano- si vais a cenar, habla con esa coctelería para que te cuiden el mejor sitio. Dejar las cosas al azar no es propio de grandes hombres.

Amén.
1 Bis. Nunca tienen un plan: ¿Plan? ¿Qué plan? Jamás de los jamases tienen un 'súper plan', y en caso de que lo tuvieran parecen olvidarlo. Dónde quedarán las millones de veces que le he dicho a un tío "¿Sabes qué es lo que más me gusta de un chico? La iniciativa". Y no os penséis que suelto eso al azar, no, es, precisamente, para que en esa jodida primera cita se lo curre, y no esté con el "dónde quieras", "cuándo quieras" y "cómo quieras". Joder, arg, mecagüen la puta. ¿Soy la única a la que jamás sorprenden? Mierda pura. No saben ni dónde ir, como para que se "conozcan la carta de antemano". Por favor, no me hagáis reír. Más.

2. No arriesgues: “Qué te parece si probamos” está muy bien para los aventureros, pero no para los seductores: tu Foursquare y tú sois uno y lo mismo. Meterse a probar comida o bebida nueva en una cita nunca es buena idea.

2 Bis. Siempre arriesgan: Me encanta lo de "no te metas a probar algo nuevo", pero es que es volver al punto 1: nunca tienen un plan, ergo siempre arriesgan, y claro, pocas veces suele salir bien. Taaaaaaaaaaaan geniales son las primeras citas en las que vas a "tomar algo" (muy de primera cita, sí) y acabas con un olor a fritanga por haber guarreado dos cañas y tres patatas fritas en un mugriento bar con cabezas de gamba en el suelo (nótese la ironía en mis palabras).

3. Ten otro plan: Déjale un hueco al azar. No puedes preverlo todo, así que maneja siempre una opción b. La estrategia ha guiado el destino de la historia por algo.

3 Bis. Ten ALGÚN plan: GQ, ¿en qué quedamos? ¿En que tengan planes (punto 1) o que no los tengan (point number three)? ¿Lo dejamos mejor en que tengan algo en la cabeza? ¿Algo, nada más? Tampoco pido tanto, ¿no?

(Me salto puntos, que hay muchos. Así soy yo, muy poco lineal. Muy de venirme arriba pasando del punto 3 al punto 7, que estoy mu' loca.)

7. No hace falta decirlo, pero sé puntual. Y por puntual nos referimos a “llega antes que ella”.

7 Bis. Sé puntual, pero, en serio, selo: A ver, ¿por qué unos tienen la fama y otros cardan la lana? ¿Por qué ese falso mito de que las mujeres tardamos mil horas en arreglarnos y, por ende, siempre llegamos tarde? ¡Mentira! A mí siempre me ha tocado esperar, con la impaciencia que conlleva eso a mi psique, que te me retrasas quince minutos y ya salivo espuma por la boca, no digo más... ¡Odio esperaros! ¡Y sí, siempre lo hago! ¡Sed puntuales, coño! Y no, tampoco se admiten los diez minutos de rigor. Si alguien tiene que esperar, que seáis vosotros, ¿entendido?

11. Cuidado con el perfume. Esta cuestión es tema a parte. Ni mucho, o la embriagarás provocándole náuseas, ni poco, o todos los aspectos que has cuidado previamente se desvanecerán ante el más importante. El olfato es el sentido con el que más recuerdos registramos, por tanto, una buena fragancia nos garantiza un grato recuerdo por su parte.

11 Bis. NO a la colonia barata: Este punto me encanta; podría estar hablando de ello durante horas. Por todos es conocido lo que me encantan a mí los perfumes de hombres. Ah, ¿que no lo sabíais? Pues seres masculinos del mundo, me gustan, y los caros. Como vengáis con alguna imitación del Mercadona ya podéis iros por donde habéis venido. O sea, que te tiras tres horas frente al armario (porque lo haces, como yo) para ponerte súper hiper mega mono (o intentarlo, al menos) y luego te me echas tres litros de 'Varón Dandy' o, viviendo al límite, 'Buscando a Jacq's'? No, hombre, no...

15. Maneja los silencios, escucha. Una conversación, sobre todo en una cita, no es una pelea de gallos raperos. Tu lenguaje corporal, tu percha, es una de tus mejores armas, y vas vestido para la ocasión: Úsalo.

15 Bis. Con el "escucha" me conformo: ¿En serio, GQ? No, si la teoría está fenomenal, pero de ahí a que se haga realidad... No nos engañemos, tú, como mujer de éxito y orgullosa de serlo, le estás contando que te han nominado a Premio Pullitzer del año y ¿él qué hace? ¿Felicitarte por tus méritos de rubia inteligente? (Sí, sí, no me he confundido, he dicho rubia inteligente. Ahí queda eso). ¡No! Te mira más abajo de tu barbilla, ahí donde las más suertudas tienen canalillo. Pero vamos a ver, ¿pero es que acaso no os dais cuenta de que SÍ nos damos cuenta? Pero entonces, ¿por qué lo llaman 'primera cita' y apostillan lo de "escucharnos", cuando en realidad quieren decir 'a ver si hago que la escucho y me la 'trajino a la primera'?

Lo del tema de "tu percha" me ha marcado infinito... Sería genial si todos los hombres tuvieran la percha de los hombres de GQ, pero es que da la jodida casualidad de que vivimos en el mundo real, señores...

18. Pagas tú. Y punto. Si la siguiente quiere pagarla ella, bien: Ya tienes tu segunda ronda -así que la cita va bien- o tu segunda cita -si te interesa-, y la igualdad en el mismo paquete.

18 Bis. Amén: Sí, amén, y punto. Llamadme anticuada, pero es lo que hay. Y lo peor de todo es que mi pensamiento no concuerda con mis actos, ya que acabo aflojando cartera, pero no me digáis que no mola un tío que te diga eso de "insisto, pago yo". Ah, no, esperad, que de esos no hay. O no que yo haya conocido.

Y hasta aquí por hoy, que tampoco quiero cebarme... Solo os daré un consejo que SÍ funciona con las mujeres en general: hacednos reír. Y sí, hasta el más feo lo tendría hecho (bueno, en realidad no tanto, pero quería acabar con un mensaje positivo y poco superficial, pero entonces no sería yo. Maldad de rubia en estado puro. Muajajaja). Clic.



sábado, 17 de mayo de 2014

El noble arte vecinal del punta-tacón-punta

Punta. Tacón. Punta, punta, tacón. Tacón, tacón, tacón. Zapateo y vuelta a empezar. No sé si he escrito bien la secuencia, pero me la sopla. Lo que vengo a denunciar hoy es el oportunismo vecinal. Porque sí, solo ellos, tus vecinos, pueden tener el más y absoluto arte del oportunismo. Véase oportunismo bailarín, mudancil (de mudanza) o musical. O, como lleva ocurriendo en mi querida comunidad durante todo el día de hoy, todo junto. Un tres en uno en toda regla. Punta. Tacón. Punta, punta, tacón. Tacón, tacón, tacón, tacón (ya lo tengo metido en la cabeza y es peor que la canción del verano, que se mete taaaaan dentro que es imposible olvidarla).

Es como un remix del destino. Alba, ¿que hoy tienes que darle duro al jodido estudio de los exámenes de junio? Tranquila, no vas a sentirte sola. El hecho de que tus padres te hayan dejado la casa para ti durante todo el fin de semana y que así no te moleste nadie se va a acabar, porque nosotros, tus vecinos, te haremos compañía de todas las maneras jodidamente posibles. Qué generoso por su parte, oye.

Están los de arriba que, unas tres veces al año -es decir, cuando estoy en época de exámenes- deciden cambiar de disposición todos los muebles de la casa al ritmo del punta, tacón, punta. O todas las habitaciones o, única y exclusivamente, en la que mi persona se encuentre en esos momentos. Que estoy en mi querida alcoba, punta, tacón, punta acompañado de cama p'alante, cama p'atrás (y no para lo que os pensáis, eh, guarros, es que tienen una cama con ruedas debajo de la otra. Llevo catorce años aquí para conocer ya el dichoso ruidito). Que estoy en el salón, punta, tacón, punta a ritmo de un armonioso aspirador. Y así siempre. A todo esto sumémosle, además, las ocasiones esporádicas en las que también hace aparición su noble arte de la jodienda vecinal, y eso es coincidiendo siempre, siempre, siempre con los domingos. No es que hagan limpieza general una vez a la semana, que podría ser, sino que la sincronizan con aquellas mañanas en las que la resaca se ha apoderado de mi cabeza rubia (y, a veces, también de mi estómago). Tan majos ellos. 

Luego están los de abajo, donde, entre millones de seres infantiles que rodean mi hogar, conviven dos mujercitas adolescentes, donde los gritos y los tirones de pelo son su pan de cada día. Y del mío, porque, claro, los decibelios que acompañan a estos pequeños seres superan, con mucho, los muros de pladur de nuestras respectivas casas. Ah, por cierto, éstas son, por si todo lo anterior fuera poco, férreas admiradoras del plañidismo de Pablo Alborán, al cual recitan con el mismo tono de voz que sus broncas diarias. Ahí queda eso.

Y, por último, están los típicos del puerta con puerta. Ésos en los que, en circunstancias normales, tienes una relación de amistad de "toma mis llaves, por si algún día pasase cualquier cosa", pero claro, he dicho en circunstancias normales y, como yo no lo soy, nuestra relación es de, simple y llanamente, puerta con puerta. Y no es que me caigan mal, al contrario, son una pareja joven súper encantadora con dos crías más encantadoras aún. El problema radica en la composición musical que cada fin de semana en general -y este de exámenes en particular- se forma entre el programa 'Del 40 al 1' con los éxitos más guays del momento a toda potencia con los llantos hiper mega incontrolados de la pequeña de la familia. En serio, hay veces en las que pienso que un bebé es imposible que llore más, pero no, siempre me confundo. Aun así, de éstos no me quiero quejar, de verdad, que son unos soles, pero claro, me pillan en plena crisis de rubia neurótica que intenta estudiar Psicología de las Diferencias Individuales -que suena todo en chino mandarín- y se encuentra con semejante percal y claro...

Pero bueno, a lo hecho, pecho, que ellos han tenido que aguantar también mi infancia (con las Spice Girls), mi preadolescencia (con Chenoa y todo el repertorio de la primera temporada de los triunfitos),  mi adolescencia (con todo lo que cayese en mis manos. Menos calorreo, de eso jamás. Y qué orgullosa me siento) y, ahora, en mi época de supuesta adulta con mis gritos de loca neurótica al borde del colapso, subida a unos altísimos tacones de quince centímetros mientras canto a viva voz al ritmo de alguna canción pachanguera. Así que, Alba, ajo y agua, aquí tienes la actual y particular versión de la Ley del Talión. Te la devolvemos, diente por diente. Clic.




jueves, 15 de mayo de 2014

'Impass laboril': A veces, también soy seria

Sí, y profesional, también. Bueno, dejemos hoy de lado el neuroticismo propio de la rubia que suscribe siempre en estas líneas para hacer un pequeño kit-kat laboral (o laboril, que sabéis que me gusta mucho cambiar vocablos).

En esta ocasión, voy a aunar tres facetas que me llevan acompañando desde que tengo uso de razón: loca neurótica y escritora de este blog por vocación, empresaria de alto copete presentando su joven y absolutamente genial compañía y, lo que nos lleva a todo esto, incansable y eterna estudiante (no, amigos, seguiré con esto último hasta que me aburra y, a este paso, parece que me encanta vivir pegada a apuntes varios).

¿Por qué de todo esto? Bueno, porque, si aún no lo sabéis, unamos a todos mis quehaceres varios un nuevo curso para especializarme un poquito más en mi profesión: el eMarketing. De esta manera, una de las actividades que me exige esta nueva andadura es la creación de un blog y nada mejor que éste para llevar a cabo mis estudios. Es cierto que podría haber elegido cualquier otro más 'serio', pero ¿para qué? ¡Si yo no soy así!

Bueno, lo dicho, que además de crear un blog, tenía que meter una entrada con un vídeo subido a YouTube y, tal y como os he comentado antes, nada mejor que aprovecharme de que esta entrada la van a ver decenas de personas de mi sector, por lo que he decidido colgar el vídeo corporativo de Romance XXIComunicación, mi agencia de comunicación y marketing digital (la mía y la mejor del mercado. Por si algún cliente nuevo cayese en mis brazos. Guiño, guiño).


Dicho esto, el post ya está creado con dicho vídeo, pero además, y ya que estáis, ¿por qué no le echáis un ojo a nuestra presentación de la empresa? ;)


lunes, 27 de enero de 2014

Murphy, ese amigo inseparable (o Alba se queja vol. II)

Me cago en Murphy, en Murpha y en todo su puñetero clan (sin contar los ‘Murphins’ de chocolate; en ésos no me cago, que están la mar de requeterriquísimos). Aquí me hallo, a las 19.42 horas de un lunes –mi supuesto lunes libre- para gritarle al mundo lo mucho muchísimo que odio a Murphy.

Este post bien podría llamarse ‘Alba se queja vol. II’ (como la saga que empecé hace unos meses con mi brillante título ‘Alba se queja vol.I’, aunque quien dice unos meses dice el 4 de diciembre de 2012). Bueno, más bien podría titularse ‘Alba se queja vol. 1 millón’, porque en cuestión de lo que viene siendo quejas soy la puta jefa, para qué nos vamos a engañar, pero como dichas solicitudes por parte de mi humilde persona no se han hecho públicas en éste, mi querido blog, pues nada, se queda en un flojo vol. II, eso sí, esta vez con protagonista: Murphy. (Ole ahí el súper párrafo que me acabo de gastar donde tiro por la borda la ley number one de un periodista: buscar sinónimos).

Quién no conozca a este señor, definitivamente, es porque le va genial en la vida, lo que significa que toda la mala suerte me la habría podido traspasar a mí (cosa que veo totalmente factible, en vista de los derroteros por los que anda mi vida vital en los últimos tiempos del mundo…). Por el contrario, quienes, como yo, sientan a mi querido Murphy también como un ser amigable, a vosotros, queridos míos, os dedico este post.

Os pondré en antecedentes: Murphy, amigos, es ese ser jodidamente lapa que siempre está pegado a mi persona. Sí, sí, os explico. Por ejemplo, que yo quiero saltar, pues justo se me rompe una pierna, o que quiero rascarme la nariz (sí, esa que Iván Izquierdo me rompió con su omóplato con 12 años), pues no puedo porque tengo las manos ocupadas.

El último ejemplo ha sido hace escasos minutos, porque digo yo que para qué Murphy me iba a dejar en paz hoy, en mi día libre, el cual he usado para estudiar una mierda de ‘Fundamentos de Investigación en Psicología’ con cuadros latinos, Salomones y no sé qué casos únicos con varias variables independientes (aunque eso se merece otro post. Algo así como ‘Por qué coño Alba siempre estudia cosas que no le valen ni para sonarse los mocos vol. I’). Pero bueno, que me pierdo. Que iba yo a escribir una noticia -bueno, de hecho, la he escrito- (de ésas que como reportera dicharachera aprovechas el filón de la ‘Última hora’ para ser la primera en publicarla) y, justo cuando la he ido a publicar, ¡cataplum chof chof! se jode el internete. Pues eso es lo que me acaba de pasar. Porque sí, porque Murphy no ha podido joder la puta red de redes antes y así no hubiera yo hecho una noticia que hablaba de los Trendin Topic de Twitter cuando Twitter no funcionaba. Porque sí, porque Murphy no ha podido mandar Internet a la mierda solo un minuto después de que yo acabase mi tarea de periodista siempre al filo de la noticia. Porque sí, porque Murphy me quiere y, como tal, siempre viene a verme en el mejor momento. Y porque sí, y punto.

Y diréis “joder, tampoco es para tanto”, pero claro, es que una ya está lo que viene siendo un poco hasta las pelotinguis del mundo en general. Sé que hace meses y meses (y porque hoy me ha dado por ahí, que si no podría tirarme años) que no actualizo éste, mi querido blog, donde doy rienda suelta a mis excentricidades varias de Rubia Neurótica, pero tengo una razón. Una razón de las que pesan y que llevo tiempo queriéndoos contar (aunque bueno, entre lo hiper pesada que soy y que los tres pelagatos que leen este blog ya se enteran de mis miserias porque conocen mi careto en primera persona, poco os voy a contar que no sepáis ya…). Pero bueno... Mi gran razón es... el emprendimiento.

Jodida palabra que el Gobierno nos ha metido a todos en la mollera. Emprender por aquí, emprender por allá… Y claro, una al final no es de piedra y se acaba creyendo todas esas putas milongas (y mirad que yo no es que sea demasiado amiga de la que habla del emprendimiento como la solución divina y/o suprema a todos nuestros problemas: ésa que va de alcaldesa querida por todos sus compatriotas comunales: la Botella), pero oye, al final la hice caso y aquí me hallo ahora, casi un año después y “disfrutando” de mi día libre intentando desde hace una puta hora colgar una puñetera noticia de ‘Última hora’ que, cuando la quiera publicar, será más bien ‘la última de esa hora’. (Es que mi 'emprendimiento personal' es de eso, de noticias en el internete, pero eso os lo cuento en otro post.)

Gracias, amigos, hasta aquí las polleces de hoy. No tiene ningún sentido este texto ni hilo referencial alguno, pero no le podéis pedir demasiado a esta mujer que está a punto de tirarse por la ventana (aunque lástima, porque desde la altura que hay, encima ni siquiera podría romperme una pierna). Pero puedo prometer y prometo que estaré algo más pendiente de contaros en voz alta y en forma de letras nuevas reflexiones y anécdotas varias de esta Rubia Neurótica que suscribe que, ahora, además, se cree empresaria. Porque sí, amigos, Murphy y yo hemos decidido crear una nueva sección solo por y para vosotros. Para instruiros y contaros las verdades verdaderas de un emprendedor en ciernes. A partir de ahora, me erijo como no solo la Rubia Neurótica que sobrevive a sí misma, sino que seré aquella que os apoye en ‘Cómo ser emprendedor y no morir en el intento’. Clic.

lunes, 24 de junio de 2013

Yo, movedora de masas profesional

Resulta que tengo fans. Yo, Alba para los conocidos y Albuli para los amigos, tengo fans. Y esa es la razón por la que he vuelto a éste, mi querido blog donde escribo toda la serie de excéntricas a la par que catastróficas anécdotas que me pasan a lo largo de la vida. Fans, fans, fans. Pero no de esos que ya te conocen, véase primos, amigos y demás personas que ya sabían de tu existencia y de todas las cosas que te ocurren por el simple hecho de estar en este mundo y que te pedían que siguieras contando todo aquello que sucediese a tu alrededor. No. Hablo de fans auténticos, de esos que te escriben, aun sin conocerte, para decirte lo mucho que les gusta tu manera de expresarte.

Yo, movedora de masas profesional. Yo, con fans. Quién me lo iba a decir. No uno, ni dos, queridos, sino tres. Tres fans. Pensaréis que es poco, pero para alguien a quien apenas conocen más allá de la esquina de su portal, no está mal. Tres personas que me han encontrado por internet y han pensado que yo puedo sacarles una sonrisa. Gracias a todos aquellos que son felices a costa de mis desgracias. Lo digo en serio, eh. Gracias por avisarme de que mi patética vida os es útil a algunos de vosotros. Si mi pesar es vuestra alegría, mi pesar se convierte en alegría también. Qué poética me he levantado esta mañana.

Bueno, que resumo, que me estoy poniendo filosófica y ése no es para nada mi estilo. Resulta que me había venido ayer a mi retiro espiritual para desconectar del trabajo, internet y todo aparato electrónico viviente cuando recibo una alarma del Apalabrados. Sí, ese juego que tanto odiaba, me enganchó, hizo que dejase de tener vida propia, me desintoxiqué y del cual pasaba olímpicamente. Hasta ahora. Mi fan número tres me encontró por el dichoso jueguecito. Me dijo cosas increíblemente subidoras de moral, que, por cierto, no creo que merezca, pero gracias. Una persona que ni tan siquiera conoce a este Rubia Neurótica que suscribe y que ha conseguido que, en apenas unas horas, volviera a coger el teclado y me pusiera manos a la obra. Creedme que eso es mucho, teniendo en cuenta que mi cabecita llevaba meses diciéndome “escribe, escribe” y al final siempre conseguía cualquier otro entretenimiento para no acabar aquí sentada, dejándome la vista.

El caso es que comenzamos a hablar y la partida quedó en nada, pero oye, me devolvió las ganas que tenía por escribir en este blog. Y aquí ando ahora, en el que se suponía que iba a ser mi fin de semana de retiro sin ningún tipo de aparato que llevase cables, agarrada al ordenador portátil y con el internet del iPhone enganchado, del cual, por cierto, he acabado con 53 megas menos en apenas 15 minutos. ¡Maldita tecnología!

Pues eso, este post no es nada del otro mundo, sabéis que podría extenderme hasta límites insospechados, pero es que, aparte de que no me apetece, me ha pillado la inspiración trabajando y tengo que ponerme ya (pero ya) con el proyecto que tengo ahora entre manos. Y sí, me refiero a esa novela que tantos fans (hasta ahora, sólo los que me conocían) me llevabais pidiendo. Por ahora sólo es un documento en Word de apenas doce hojas, pero con el que espero coronarme (por fin) como mujer de éxito en general y escritora patética en particular. Una novela al más estilo Rubia Neurótica, un show, vamos. No será literatura a lo Punset, pero oye, Punset tampoco tiene la comicidad de mi persona, ¿no?


Hasta pronto, fans. A todos, aquellos que me conocen y a los que no. Y otra cosa, gracias por no dejar de animarme a que siga escribiendo, porque, aunque a veces se me olvide, esto es lo que me gusta, al fin y al cabo. Clic.

viernes, 26 de octubre de 2012

Porque madre no hay más que una

Sí, y menos mal, porque llego a tener dos como la mía y ya estoy colgada de un pino. O de una encina. O cortándome las venas con la cuchilla del baño. O. O. O. Pensaréis que soy muy dura, pero es que mi madre también lo es. Ahora empiezo a explicarme el motivo por el que le ha salido una hija tan amable, pero un tanto criticona y con ciertos puntos de locura transitoria (o no tan transitoria). Ya sabéis, con nosotras también se cumple eso de "de tal palo, tal astilla": igual que nos parecemos físicamente (sí, queridos, todos mis amigos me dicen que soy el calco -facial- de mi querida progenitora, porque lo que viene siendo el cuerpo, con sus curvitas guitarriles varias, provienen de tierras gallegas paternas...), también somos clavaditas en personalidad. Ella se empeña en que no, en que mis esporádicos y a la vez que temidos arranques de mala leche los he heredado de mi padre, pero se confunde. Se equivoca de cabo a rabo. Y quienes nos conocen bien (o no tan bien) lo saben. 

Como dos gotas de agua, sí. Dos calcos. Y, como clones que somos, hoy me la ha clavado. Una de esas puñaladas que, días después, aún duelen en lo más profundo del sistema circulatorio y motor. Hoy mi madre ha sido igual de criticona y porculera que yo, su hija, ese ser nacido de sus entrañas hace escasos 25 años. Yo, su "cosita", su "linda" y todo lo que ella decide llamarme en sus momentos materno-amorosos he sido vapuleada por su persona.

Ya os estaréis preguntando el por qué de tanto revuelo: "Con lo buena que es tu madre, por Dios, te quejas de vicio", "Alba, tú dices 'bi' y al segundo tienes una 'bicicleta', que dices 'zapa' y a los cinco minutos aparecen dos 'zapateros' en tu habitación" (Pedro, ésta va por ti, aunque seguro que ya te has reconocido en estas palabras...). Que sí, que mi madre es un amor y todo lo que queráis, pero cuando descarga, lo hace con toda su fuerza titánica:

"Alba, hija mía, no me extraña que no te llamen de ningún trabajo, viendo la foto que tienes puesta en el currículum... No pareces tú, tienes una expresión rara, sales bizca y despeinada. Y, además, (y por si esto no fuera poco, my friends) ni siquiera se te ven los ojos claros; están oscuros, como marrones. Jajajajajajajajajaja." (Entendéis que esas son las carcajadas posteriores de mi susodicha progenitora tras soltarme dicha perla. Perlote de Majórica.)

¿Cómo lo veis? ¿Cómo os coméis tal plato de pasta indigerible? ¿Pero una madre no estaba para decir lo guapas que son las hijas full time in everywhere? ('A todas horas y en todas partes', que a veces me arranco por soleares y me da por escribir con poliglotismos varios.) Pues la mía no, amigos, la mía está para ser sincera con su lucero del alma. O sea yo. Para tener una sinceridad con mi persona aplastante. Lapidaria. Mortal de necesidad. Y digo yo (y eso que tengo abuela) que una no está tan mal, ¿no? Que mis defectillos tengo, claro, pero aquí la Rubia Neurótica que suscribe aún despierta algún suspiro que otro entre la población masculina... Aunque no sé ni cómo soy capaz de levantarme tanto la moral, cuando debería tenerla por los suelos después de tal jarro de agua fría por parte de mi madre. Sé que me repito, que soy muy pesada, lo sé, pero es que me lo ha dicho MI MADRE. MI-MA-DRE.

Muy fuerte todo, sí. Pero es que la cosa no acaba aquí. ¿Qué os pensabais?  Es mi madre y somos igualitas, así que no se iba a quedar conforme con decirme UNA vez lo poco agraciada que soy, no. La mujer se ha regodeado en su comentario dos y tres y cuatro veces, hasta llegar al momento crucial de meter a mi padre también de por medio (como si el pobrecito mío, que es un santo varón -quitando que fuma y que no me hace caso para ponerse a dieta- no tuviera suficiente con vivir con dos mujeres como nosotras). Pues sí, queridos, va mi santa madre y no se le ocurre otra cosa que soltar por esa linda boquita de piñón que tiene (y no sé si para intentar arreglar el estropicio que acababa de montar con su adorado retoño) la siguiente -y segunda- perla de la tarde: "Tu padre también vio ayer la foto y pensó exactamente lo mismo. Que sales bizca, vamos".

Gracias, mamá. Gracias, papá.

Ante tal comentario, y siendo todo lo buena persona que puedo llegar a ser en ese momento en el que podría haber explotado -en el sentido más literal de la expresión-, decido decirle a mi madre: "Mamá, very strong todo lo que me estás diciendo, pero no te preocupes, que tengo otra foto de carnet, más actual, además, y te la voy a dar para que la lleves en la cartera".

(Diálogo acontecido inmediatamente después de mi gran idea de darle OTRA fotografía a la "crítica constructivista" de mi madre):

- Ésta me la hice hace unos meses y te aviso que todo el mundo que la ha visto me ha dicho que salgo guapísima.

- Pues como sea como ésta...

- ¬¬' (Esa es mi cara mientras voy a mi habitación a coger, con toda mi buena voluntad y amor hacia esa mujer que me dio la vida un 23 de febrero, la OTRA foto).

- (La coge, se la acerca a la cara, la vuelve a alejar -porque no ve un carajo con las gafas progresivas-, la vuelve a acercar... Y se ríe. Se ríe a carcajadas. OTRA VEZ. Mi madre riéndose DE MÍ otra vez).

- ¡Pero si en esta estás igual! ¡Tienes algo raro en la mirada! (A la vez que intenta gesticular mi pose de horas ensayadas en el espejo haciendo un movimiento como de subida de cejas -cuando yo el tic a lo Carlos Sobera no lo he tenido en la vida. Lo he intentado, sí, pero todos han sido momentos infructíferos en mi carrera como imitadora profesional).

- Pues Tam me dijo el otro día que salgo guapísima, que SOY guapísima y muy fotogénica.

- Jajajajajajaja. (Más risas. De mi madre).

- Jajajajajajaja. (Más risas. De las dos juntas.)

A ver, qué voy a hacer si no... ¿Lloro porque mi madre piense que tiene una hija con la mirada algo distraída? ¿Lloro porque mi madre me ha comparado con dos grandes de este país, como vienen siendo Leticia Sabater y El Dioni? Pues no, me río. Me río con ella. Las dos juntas, que pocas veces pueden darse esos momentos de complicidad entre madre e hija, donde las carcajadas no cesan por no parar de escuchar reir a la otra. La persona más importante de mi vida.

P.D.: Ahora ya sabéis de quién he sacado esa pequeña picardía para con los demás: de mi querida madre. Y de sus comentarios. Yo también te quiero, mami.

P.D.: Y ahora, por favor, sed benévolos con mi persona y decidme que mis padres están confundidos y que los que ven dos ojos, uno mirando pa' Cuenca y otro pa' Valladolid, son, en realidad, ellos, que ya tienen el mal de la vista cansada. O cualquier otro defecto que me dé la razón. Me haríais sentir mucho mejor. Gracias.


martes, 9 de octubre de 2012

La primera cita

Algunos lo llaman "primera cita", yo prefiero llamarlo "puta primera cita". O "jodienda de cita". O "cita de mierda", a secas. Espero que sepáis a qué me estoy refiriendo; en caso contrario, o sois muy feos o antisociales. O las dos cosas a la vez (que no suelen ir reñidas, de hecho, suelen ser un pack. A veces, me sorprendo de lo bad person que puedo llegar a ser...). 

Aviso para navegantes que no sé qué puede salir de este post... Llevo mucho tiempo queriendo escribir sobre algo así, pero tengo tantas y tan malas primeras experiencias que creo que se puede acabar el mundo después de publicarlo... Encima, estoy intentando concentrarme con una música de fondo un tanto extraña... Resulta que hace apenas 4 días (sí, 4 días) descubrí el maravilloso mundo de Spotify y aquí ando, probando, con una lista de reproducción llamada, literalmente "Las típicas canciones que no sabes cómo se llaman, pero te gustaría escucharlas". Aquí hay de tó. Pero de tó.

A lo que iba: ¿qué es una primera cita? Es ese momento en el que te has decidido a quedar con cierta persona, como un primer contacto, para conocerla mejor y esperar que aparezcan los corazoncitos a vuestro alrededor mientras os dais cuenta de que estáis hechos el uno para el otro caminando agarraditos de la mano paseando por El Retiro. ERROR. Veis muchas películas románticas. Pero muchas. Una primera cita es una de las peores experiencias para una mujer (de los hombres no me aventuro a hablar, que estoy convencida de que para ellos el simple hecho de que una chica ya quiera quedar con ellos, es un triunfo). Se trata de una maratón de horas pre-cita, momento-cita y post-cita que toda chica con dos dedos de frente debería aprender a odiar profundamente.

Para empezar, quiero haceros una pequeña introducción del tipo de primeras citas que existen (de unas pocas sólo, que nos puede dar aquí el fin del mundo según los mayas y seguimos leyendo tipologías citiles):
  • Cita a ciegas. Mortal. Pero mortal de necesidad. Ese momento en el que el típico grupito de amigos que tenemos todas las personas humanas, y que todos son parejitas, menos tú (obvio) y están deseando que te eches tú también novio, porque claro, eres la oveja negra del grupo (a mí me pasa, amigos) y te dicen esa querida frase mundialmente conocida como: "Tengo un amigo perfecto para ti". ¿Qué haces? ¿Sales corriendo? ¿Huyes despavorida temiendo que sea otro freake con gafirulis como el novio que tiene tan enamorada a tu mejor amiga? ACIERTO. Pero no, en vez de eso, comienzas una retahíla sin parangón de preguntas cual diarrea verbal para conocer mejor al futuro padre de tus hijos (al que, repito, no conoces absolutamente de nada. Podría ser un calvo, gordo con dientes podridos, pero NO, es tu príncipe azul y, como tal, será moreno, alto, fuerte, deportista, con ojos verdes, proyección profesional, inteligente y divertido): "¿Y cómo es? ¿Es guapo? ¿Rubio? No me gustan los rubios, bueno, haré una excepción. ¿Edad? ¿En qué trabaja? Ahm, ha estudiado económicas, bien, bien, me gusta, así llevará las cuentas familiares. ¿Y tiene hermanos? (para saber cuántos tíos tendrán nuestros 4 hijos, dos niños y dos niñas, dos de ellos mellizos) ¿Y cuándo lo ha dejado con su anterior novia? (Importantísima pregunta, hay momentos de atacar y otros de esperar en la sombra a que aparezca el detalle que te diga ¡Ataca!)" Y así, una tras otra, friendo a preguntas al susodicho novio freake de tu mejor amiga. Normal, ¿no? Necesitas saber cómo es ese hombre. El Hombre. Conclusión: Tras un informe pormenorizado de su genética ancestral y su proyección de futuro, decides que sí, que es el hombre de tus sueños y que, cómo no, aceptas una cita a ciegas con él. Total, irá todo rodado, ya es como si le conocieras de toda la vida. ERROR. Acaba siendo el calvo, gordo con dientes podridos que no habías querido imaginarte. Y para más muerte en vida se pasará toda la noche hablando de su colección de camisas ("Ésta la tengo también en verde, azul, rosa y blanca,  ¿te gusta" "Qué pasa, que sólo sabes comprarte camisas o qué"). De camisas y de su pasión incondicional por Goku y todo lo relacionado con sistemas Java de su nuevo dispositivo móvil. 
  • Cita con el tío de Internet. Ésta es una variante de la cita a ciegas anterior, pero con la diferencia de que la retahíla sin parangón de preguntas se la haces tú al tío X en cuestión. "Uis, chata, encantador. Qué te digo encantador, súper encantador. The man of my dreams. Moreno, alto, sí, sí 1.85, perfecto para cuando yo lleve tacones, ojos verdes, que sí, que sí, mucho pelo, éste no se queda calvo. Está haciendo su tercer año de residencia en cardiología, toda una saga de médicos en su familia. Y qué guapo, tía, qué guapo. Y divertido... Uuuy chica, qué divertido, no puedo parar de reírme con él. Vamos, que no entiendo por qué sigue soltero. Pero bueno, hasta ahora, hasta que me conozca a mí." Por fin se decide a pedirte una cita, después de hablar horas y horas con él (que ya le conoces más que a la vida de todos tus parientes cercanos juntos). Te dice que te llevará a cenar a un bonito restaurante con vistas al lago ("Ains, Mary, encima romántico... -emoticono de corazoncitos en los ojos-). Dos horas para prepararte y ¿qué pasa? Que era un gordo, calvo con los dientes podridos, que había mentido poniendo una foto de Míster Valladolid 2003 en su perfil. "Una pena, Mary, una pena. Una y no más."
  • Cita con el tío de la discoteca. Sí, el de anoche. Ese que te pareció súper mega genial cuando le conociste. "No, no iba borracho. Y yo tampoco, sólo me tomé un gintonic (tan de moda en estos momentos. Y no entiendo por qué, porque está para vomitar, pero chica, como está de moda...). Nada, Mary, hablamos durante horas, majísimo de verdad. Y no iba a lo que iba para nada. Éste sí, Mary, éste sí. Además, ya le conozco en persona, ese es un punto ganado. Físicamente me encanta, de verdad, un Adonis. No hablamos de cuestiones de trabajo, quedaba feo en ese clima tan especial que creamos en la barra del bar. Sí, tía, me pidió el teléfono y hemos quedado para mañana. Qué ganas, Mary, ¡qué ganas!" Quedas con él en el centro (no viene a recogerte a casa cual caballero montado en su noble corcel) y descubres que, aparte de ser más feo y bajito de lo que recordabas (no, no habías bebido. Nada. Ejem), es un ni-ni que ni trabaja ni estudia ni hace nada con su puta vida, que no tiene un duro y que, para más tocarte la peineta, te toca pagar a ti toda la cena. ¿Pero qué clase de príncipe esperaba yo de semejante ser?
Hasta aquí mi tipología de primeras citas desastrosas, porque como empiece, no paro. Así que chicas, para qué nos vamos a tirar horas y horas de preparación pre-cita (dos horas probándote ropa, una hora para peinarte, otra media para maquillarte y tres horas para contarle a tus amigas que has quedado con el hombre de tu vida) para que te aparezca cualquier sapo al que no tocarías ni con un palo... Tantas primeras citas te enseñan a amar tu soltería, con sus cosas buenas y sus cosas geniales y a pensar que un día, sin esperarlo ni quererlo, te aparecerá ese gordo, calvo con dientes podridos o ese ni-ni que no tiene ni para chicles que nos enamorará perdidamente. Clic.

P.D.: El final de este post era para quedar bien. En realidad yo pienso encontrar un hombre moreno, guapo, fuerte, deportista, alto, con ojos verdes, guapérrimo, inteligente, con un buen trabajo y proyección de carrera, divertido, detallista, muy detallista, con iniciativa, sincero, con amigos (primordial, por mucha tontería que os parezca), nada celoso ni posesivo, independiente, que le guste viajar, que no fume y que me trate cual princesa. Vamos, lo que yo ofrezco, pero en mujer. Tampoco pido mucho. Interesados, razón aquí. Gracias.

viernes, 22 de junio de 2012

Querida mala suerte (vol. I):

Vete a la mierda de una puta vez. Así de finolis quiero empezar mi post de hoy. Hacía más de una semana que no actualizaba el blog (con la correspondiente mala conciencia en mi persona), pero creedme, he tenido tantísimas malas experiencias en estos siete días, que no sabía cuál de todas contaros, así que, al final, he pensado "¿Qué narices? ¡Todas juntas, como las desgracias!"

Repasando anteriores posts, me he dado cuenta de que soy una absoluta e irremediable lunática y/o loca y/o neurótica, y también de que escribir todas las "cosas buenas" que me pasan (ironía mode on) me ayuda a reírme de mí misma, y mucho, así que he decidido, en estos mismos momentos, darle las gracias a mi mejor amiga, conocida ya por todos vosotros como Mala Suerte, para agradecerle lo mucho que me quiere.

Ahí va mi primera misiva hacia ella:

"Querida mala suerte (dos puntos):

¿Cómo te va todo? Seguro que genial, ya que, gracias a mí, estás trabajando más que nunca y, como dicen en mi casa, teniendo trabajo no puedes quejarte, con la que está cayendo en este, nuestro querido y próspero país. Ahora debe irte mejor que bien... Seguro que no soy tu mejor cliente, pero sí estoy entre las primeras del ránking, ¿verdad?

¿Te acuerdas cuando el otro día nos cruzamos por la calle y me dijiste eso de "¡Que te vaya todo muy bien! ¡Mucha mierda!"? Pues, desde luego, eres pitonisa, tía, gracias a ti me cayó la mayor caca de paloma/s en mi ventana del coche. ¡Tendrías que haberla visto! (Bueno, si quieres, puedes verla aún, ya que sigue pegada desde hace días al cristal.) Me recuerda mucho a ti y me da pena quitarla, para que veas lo que te quiero... No sé cómo explicártelo, es proporcional a todo el amor que sientes por mi persona: descomunal, enorme, grandiosa, verde, muy verde... Cada vez que la veo me acuerdo de ti y de todas las cosas que hemos pasado juntas...

Recuerdas cuando me decías, hace unos añitos "Alba, el deporte es malo para la salud"? Pues tía, me siento fatal, porque no te hice caso... Hace unos meses volví a retomar el gimnasio, con más vitalidad y ganas que nunca. Compréndeme, tía, no puedo dejar que mi culito respingón y perfecto caiga suspendido en eso que empieza por flaci... (¡Ains, es que no lo quiero ni nombrar!), así que ahí estoy, dándolo todo everyday. Además, algunas amigas me comentaron que muchas de ellas ligaban con tíos cachas y morenazos mientras ponían el culo en pompa en la bici elíptica, así que claro, no puedo dejar pasar la oportunidad de encontrar al hombre de mi vida... Pues tía, ¡muchas gracias otra vez! ¿Por qué no te hice caso en su día? Llevo acudiendo como un clavo desde marzo y... ¿A que no sabes qué? No sólo no he ligado con nadie (na-die), sino que me he lesionado el abductor (¡Sí, tía, otra vez!), así que llevo días cojeando (bueno, más bien, malcojeando, porque mi cojera no es, para nada, glamourosa). Ya ves, he perdido mis andares felinos de leona y los he cambiado por el caminar de un pato mareado... Y todo por no hacerte caso, amiga...

Por cierto, tendrías que haberte venido el sábado de fiesta. ¡Lo pasamos genial! Primero fuimos a La Sureña, que sabes que nos encantan los cubos de botellines a 3€ y fue... ¡Increíble! En menos de dos horas, me hicieron enseñar el culo (sí, ese respingón y perfecto que tengo), bailar sevillanas (a lo que un sevillano me dijo que era patética intentando bailar así) y, por si eso no fuera poco (ya sabes que me encanta hacer el ridículo) me puse a gritarle a unos borrachos porque me robaron MIS cervezas! (A quién se le ocurre, no saben que se estaban metiendo con la gran Rubia Neurótica...). 

Pero lo mejor de todo fue cuando llegamos a la discoteca... ¡Ligué, tía, ligué! ¿A que no sabes con quién? ¡Con el novio de una despedida de soltero! Resulta que, estando yo sentada con cara de mustia (no podía andar y/o bailar por mi cojera abductoril, ya sabes), se me acercó uno de los invitados a la fiesta y me dijo (literalmente): "Ey, líate con mi amigo, que se casa en tres semanas y tendrá que hacer algo guarrete en su despedida". 

Imagina mi cara de cuadro, tía, ¿qué me verán en la face para que se me acerquen tales especímenes? Lo mejor de todo fue aguantar al dichoso novio durante más de una hora, escuchando lo maravillosa y perfecta que es la mujer con la que va a casarse en menos de un mes... Yo intentaba ser simpática, pero claro, hubo un momento en que tuve que decirle "Perdona, ¿por qué no te callas? Me alegro de que seas tan feliz, pero a mí el novio me dejó hace diez días, como comprenderás lo que menos me apetece escuchar es que un tío, al que no conozco de nada, es feliz. ¡Porque os odio a todos!"
Así que tía, lo dicho, te tendrías que haber venido, porque hubiéramos disfrutado de lo lindo, y seguro que no sólo se me habrían acercado dos cafres, sino media discoteca, porque juntas somos imparables! ¡Siempre atraemos a lo más feo/freake del local! ¡Cuánto te eché de menos!

Amiga, voy a tener que dejarte, ahora no tengo más tiempo de seguir contándote todo lo que me ha pasado esta semana, pero prometo escribirte de vez en cuando, para que recuerdes que yo, la Rubia Neurótica, se niega a abandonarte nunca...!

No te olvides de mí (que sé que me tienes súper presente)...

Un beso fuerte de tu amiga, que ha aprendido a quererte con tus virtudes y defectos,

Alba.

P.D.: He titulado esta primera carta como (vol. I) porque estoy convencida de que no será la última que te escriba..."

miércoles, 13 de junio de 2012

Restrospecciones varias: Cómo veía mi vida a los 25

Exitosa, brillante, con futuro. Así veía yo mi vida cuando me hacía una imagen mental de mi life a los 25 años. Pues bien, ahora no sólo con 25 años, sino con 25 años y medio (oye, que son seis meses más, ya estoy más cerca de eso que no quiero nombrar y que empieza por trein... ¡Ahí  me quedo!) no tengo, ni por asomo, lo que había planeado para mi persona. Pero nada de nada. Na-da.

Hoy, tras visitar la casa que comparte mi amiga Chamorriniqui con su súper novio perfecto (una de mis grandes virtudes es degenerar apellidos y apodos de todo el mundo hasta conseguir un mote que sólo use yo, por eso de sentirme siempre especial, ya sabéis) y tras mantener una de nuestras profundas conversaciones (que son muchas y muy variadas, pero siempre acabamos hablando de lo desgraciada que soy y lo mal que me va todo), me ha hecho pensar, una vez más, en que mi vida es, cómo denominarlo, una auténtica mierda.

Ni exitosa, ni brillante, ni siquiera con futuro veo ahora mi vida. De verdad que no me quejo de vicio, que he hecho todas las cosas que había que hacer para tener ahora un "algo" de ensueño, pero no, esta jodida crisis ha acabado con todas mis esperanzas de ser una tía guay (y cuando digo guay, me refiero a ser una ejecutiva sexy y con poder, cómo me auguraba Rachel a los 17, cuando nos pirraba el calimocho en las noches de verano. Dios, qué mayor soy... Ahora voy a coctelerías a tomarme una "caipiroska alla fragola". Muy de afterwork, sí. Es que yo siempre he sido muy chic. Sin pasta para pagar esos cocktails, pero chic. Que me quiten lo bailao).

Algunos pensarán que no he hecho lo suficiente, pero si con una licenciatura, dos másteres, otra carrera en camino y tres idiomas no es bastante, decidme qué es lo que tengo que hacer, en serio, porque algo se me escapa. Ni pedante, ni arrogante, ni nada, es mi currículum, sin más, pero vamos, debe ser que tanto estudio no vale para nada, y lo que vale es dar el espectáculo en Gran Hermano, enseñando los pechiminis y soltando tacos por mi boquita de piñón (no creáis que no lo he pensado).

Bueno, a lo que iba y por lo que quería escribir todo esto: ¿Cómo veía mi vida con 25 años? Claro, esta pregunta me la hacía yo con 15, cuando me pensaba que los veinteañeros eran unos puretas, casados y con hijos. Yo, que soy muy Antoñita, la Fantástica, no me conformaba con cualquier cosa, así que, ni corta ni perezosa (mira, ese rasgo de la personalidad no lo he perdido, a veces, soy corta y perezosa), me veía tal que así (Ficción):

"Periodista de prestigio sexy subida a unos altísimos tacones, con un ático-dúplex-con terraza (además de con biblioteca y, cómo no, vestidor) en el centro y viviendo en pareja con mi maravilloso, inteligente, divertido y bien posicionado morenazo (lo de casada aún lo veía un poco lejano). ¡Ah! Y con un gatito que se fuese a enrollar en mis piernas al llegar a casa con los pies molidos por los 13 cm que me sostenían desde las 7 de la mañana." 

¿Cómo me veo, ahora, a los 25 años? (Realidad):

Periodista, sí, pero sin trabajo, sin ático-dúplex-con terraza en el centro y, por supuesto, sin novio perfecto y gato, respectivamente, esperándome en casa. Ni siquiera tengo un mísero estudio donde independizarme o un trabajo "digno" (véase Burger, Telepi o similar). Bueno, al menos tengo un enorme zapatero con una gran colección de tacones de 13 cm, eso sí (pero ninguno de Manolo Blahnik, Jimmy Choo o similar).

Pero bueno, como soy una persona nada conformista y muy optimista, aunque últimamente parezca lo contrario (qué queréis, me he quedado sin novio y sin trabajo dos veces en los últimos seis meses), he decidido poner remedio a esta situación. Sí, tras mucho esperar a que el señor Rajoy viniera a "rescatarme" (guiño guiño) de esta amargura constante y ver que se ha debido olvidar de su rubia favorita, he pensado coger yo el toro por los cuernos (creo que nunca me gustó esta expresión tan taurina... ¡Qué soez! Coger a alguien por los cuernos es regocijarse en las infidelidades del otro....), así que he hecho una lista con las "cosas" que, hoy en día, puedo hacer para triunfar, porque yo, señores, tengo que triunfar, en algún momento de mi vida, pero tengo que hacerlo. Es como las promesas esas de "qué tienes que hacer antes de morir": plantar un árbol, escribir un libro y casarte. Bien, de momento no he hecho ninguna de las tres, y encima me pongo una más: triunfar (pero las conseguiré, las cuatro, lo sé. Autoconvencimiento personal, recordad).

Es una lista básica para todos aquellos que queréis tener un puesto especial en esta nuestra sociedad perfecta, y yo, como soy la mar de generosa, he decidido compartirla con vosotr@s (compartir es vivir, como decía mi madre cuando no quería dejar mis juguetes en el parque). Así, que, chic@s, tomad nota, os hago partícipes de mi sabiduría infinita:

  • Ser concursante de Gran Hermano: es muy sencillo, sólo tenéis que montaros durante tres meses (bueno, a este paso la próxima edición durará unos cuatro años y medio) un papel (bueno, más que papel, personaje disparatado y/o freake), interpretarlo a la perfección y hasta sus últimas consecuencias y voilà, futuro asegurado, ya sea como colaborador en la televisión o como freaker profesional haciendo bolos por las discotecas, pero triunfar, triunfáis. (Hasta ahora es la opción que más me está convenciendo de toda la lista.)

  • Liarse con un famoso, pseudo-famoso o similar: esta es la opción más fácil de llevar a cabo para llegar a nuestro objetivo: triunfar. Dependiendo de nuestro físico, podremos aspirar a unas celebrities u otras, pero, no os preocupéis, siempre quedarán personajes como Leticia Sabater, que les da igual que seas "alto o bajo, gordo o flaco, con dinero o si no tienes dónde caerte muerto", que te harán un hueco en su corazón (por favor, si no os lo creéis, ved este vídeo, y si os lo créeis, también, vedlo, es una orden). Para esta estrategia hacia el éxito, sólo necesitáis un poco de estómago (el tamaño dependerá de lo fea que sea la socialité a conquistar), mucho morro y buenas piernas que aguanten las idas y venidas de platós que tendréis que soportar.

  • Hacerse político: corrupto, se entiende. Nada de política honrada, que si vas de bueno, te quedas en el camino y, al final, no triunfas, y todo esto es para conseguir una carrera con éxito, recordad. A ver, sólo necesitáis un traje de chaqueta (unisex, que ahora la moda masculina se ha extendido mucho), una cartera de piel (si es de Loewe o Hermès, mejor, cuanto más grande y más cara sea, más poder denotará) y mucha cara (o jeta, para que nos entendamos). Eso sí, debéis perfeccionar mucho la mentira, porque a la mínima, se os cazará y os cambiarán por otro más mentiroso todavía.

Hasta ahora, sólo he pensado en estas tres, pero son, sin duda, las más efectivas hacia una carrera de éxito en este país. Economistas, abogados, ingenieros de caminos, no estudiéis y hacedme caso, que con estas tres reglas básicas no os hace falta más. Yo ya estoy apuntada para la próxima edición de Gran Hermano, me estoy camelando a Leonardo Dantés para que me dé una cita y estoy yendo a un "curso de mentirosos profesionales para ascender en política". ¡Voy a convertirme en una mujer de éxito! ¡Y con poco más de 25 años!

martes, 12 de junio de 2012

Porque las desgracias nunca vienen solas

"Las desgracias nunca vienen solas". Qué gran frase. Corta, contundente, lapidaria. Con más razón que un santo. Es cierto, amig@s, los infortunios y la mala suerte no vienen solos, siempre llegan  acompañados de otras muchas cabronadas para hundirte aún más en la mierda, si cabe. (Dios, auguro un post negro, muy negro, casi tanto como las nubes que me están tapando la luz natural del sol por momentos. ¿Serán un signo de mi estado de ánimo?)

Yo, que soy una Rubia Neurótica, pero que, a mi vez, soy una de las personas más optimistas y vitalistas que conozco, y yo, esa que tampoco necesita mucho para ser feliz y que, aun teniendo abuela, no me hace falta para mirarme al espejo de vez en cuando y pensar "Qué buena estás, Alba", estoy empezando a pensar que las desgracias son tan amigas de otras desgracias que cuando ven a alguien mal (en este caso, mi persona), deciden acudir todas a una. Pobrecitas, son tan amigas que se quieren para lo bueno y para lo malo, así que nunca caminan en solitario, siempre juntitas, juntitas, juntitas...

La verdad es que tengo que reconocer que, aunque muchos piensen lo contrario, no soy de esas personas que han nacido con una puta flor en el culo. Esas personas a las que todo les sale bien y son felices en su perfecto mundo, con su novio perfecto, su trabajo perfecto y su vida perfecta... Ya veis, a mí, desde pequeñita, esa flor en el culo con la que debí nacer, se marchitó cuando yo tendría dos añitos y me caí desde lo alto de un tobogán en Mallorca, de vacaciones. Sí, amig@s, apenas contaba con 24 meses en mi haber y recuerdo perfectamente la estampa. ¡Qué hostión me pegué! Ni os lo imagináis... Estoy convencida, desde entonces, que mi flor decidió que era una auténtica pérdida de tiempo gastar sus días para que la suerte no desapareciera de mi vida, así que cedió su testigo a la puta desgracia (y a sus amigas, porque, ya sabéis, nunca van solas). Creo que, incluso, nos hemos hecho friends y todo (las desgracias, además de no venir solas, unen).

No os quiero aburrir (aunque eso sería imposible, porque mi vida es apasionante, la miréis por donde la miréis, con desgracias incluidas), así que no os voy a contar la serie de catastróficas desdichas que me persiguen desde que nací un 23 de febrero de 1987 (hasta para nacer elijo una fecha importante ¿o desgraciada?). Con tan sólo dos hechos vais a ver que yo, la Rubia Neurótica, podría ganar el Premio a la Solidaridad por los Damnificados de la Mala Suerte (vale, ahí va):

Yo, Alba P. Corpas, he perdido trabajo y novio en menos de una semana. Dos veces. En lo que va de año. Y estamos a principios de junio. Haced cuentas, en menos de seis meses he tenido tiempo de quedarme en paro, que me deje un chati, encontrar trabajo, encontrar a otro chati, perder ese trabajo y perder al segundo chati. Todo en menos de cinco meses y medio... ¡Récord donde los haya!

(De verdad, la gente que no me conoce me felicita muchísimas veces por "la imaginación desbordante que tengo para escribir..." No, señores, soy así de desgraciada por naturaleza. No me invento nada. Estas cosas me pasan. De verdad.)

 Lo más gracioso es la forma en la que pierdo las cosas. En los dos trabajos me han dicho prácticamente lo mismo: "Oh, Alba, vales mucho, vales mucho más que mucho, pero ahí tienes la puerta". En el segundo, incluso (palabras textuales) me reconocieron lo siguiente: "Oh, Alba, vales mucho, vales mucho más que mucho. Eres especial y te voy a decir una cosa: Eres la única persona de esta oficina que jamás, repito, jamás, ha perdido la sonrisa ni un solo día. Es de agradecer llegar y ver a alguien que siempre te espera con una sonrisa, y ya es difícil sonreír aquí. Te felicito por tu humor y tu optimismo, y espero que no lo pierdas nunca". Sí, pero a la calle. Estas palabras tan "especiales" hacia mi persona ocurrieron 5 segundos después de haber firmado el peor y más humillante finiquito de mi historia como empleada de este nuestro querido país, tan próspero y lleno de oportunidades para los jóvenes. Pero, oye, al menos, debo de tener una sonrisa preciosa, ¿no?

Y de los chatis... ¿Qué hablar de los chatis? Llamémosles Pepito 1 y Pepito 2, ambos de por ahí, uno del norte, otro del sur (Dios, se me está viniendo a la cabeza el anuncio de cerveza de "Quiero un poquito de sur para no perder el norte" Irónico, verdad?), ninguno madrileño, como la que suscribe, pero bueno, eso nunca supuso un problema para mi persona ("Mejor. Así me dejan los findes sola para salir con mis amigas. Un problema menos"). Ja. Me río yo de no tener problemas. Ambos opuestos (uno rubio, otro moreno; uno morenísimo de piel, otro lefotazo; uno viejuni, el otro, niñato), pero oye, los dos se pusieron de acuerdo para desaparecer. Sí, desaparecer. Sin más. Ambos dijeron un "Luego te llamo" y aún estoy esperando (hablo desde la más absoluta ironía, obviamente, no llevo esperando tres meses la llamada; al segundo mes ya me cansé de esperar algo que no iba a llegar nunca... Cri cri... cri cri...)

Esto no viene mucho a colación del tema que me ocupa hoy, pero, o lo digo o reviento: Hombres de mi vida (menos mi padre y demás familia): os odio. Os odio tanto (Nota mental: post sobre los cafres/capullos que han pasado por mi vida -aunque quizás sea demasiado largo, probablemente lo tenga que dividir en dos. O tres-) os deseo que os peguen ladillas, cuanto menos, pero oye, sin rencor, eh...

Pero, ¿sabéis qué? Que gracias a escribir todo esto, el optimismo ha vuelto a mi vida. Soy una persona vitalista y, por qué no, feliz. Feliz de que mis desgracias nunca vengan solas, porque cuantas más sean y más grandes, más me harán reír cuando consiga superarlas y verlas desde la distancia y, creedme, no sé si por actitud positiva o intento de no caer en una depresión constante, las desgracias las olvido rápido, porque regocijarse en los aspectos negativos de la vida, no hace más que jodernos las cosas buenas que, probablemente, nos estemos perdiendo. ¡Trabajo soñado y hombre de mi vida y futuro padre de mis hijos (cuatro, por lo menos), esperadme, ¡que ya llego!

viernes, 8 de junio de 2012

¡Cuánto daño ha hecho Whatsapp!

"¡Será cabrón! Se ha conectado y no contesta, el muy (PIIIIII)..." (Es que he decidido que estamos en horario/lectura infantil, así que voy a intentar cortarme un poquito con eso de los tacos, aunque en este post creo que me va a costar bastante contenerme...). "Hace dos horas que lo ha visto y pasa". "¡Está en línea!". "So perri, contesta, que sé que lo has leído". "Eeeeeooooooo"...

¿Quién no ha estado en esa situación alguna/miles de veces? Pues eso, ¡cuánto daño ha hecho Whatsapp en nuestras vidas! Y, que conste, que me reconozco febril y perdidamente adicta a eso de escribir mensajes instantáneos gratuitos a diestro y siniestro, pero amig@s, el primer paso para asumir una adicción ya conocéis cuál es: reconocerlo. Mea culpa.

Whatsapp. Dichoso Whatsapp. ¿Pero qué es exactamente? Es esa aplicación maldita (sí, este post también va de las malditas cosas que me rodean, que últimamente son muchas/demasiadas) que se ha colado en nuestras vidas sin apenas darnos cuenta, pero que si ahora nos la quitaran de las manos, preferiríamos la muerte... ¿O no? (¡Antes sin manos que sin iPhone! va a ser mi nuevo grito de guerra. Lo he ensayado y todo.)

Todos los que tengáis Whatsapp en vuestros queridos Smartphones, también llamados "extensiones de nuestras manos" sabéis a lo que me refiero. Sirve para todo: desde un "Quedamos a las 8", hasta conversaciones que duran horas y que son tan importantes como la reproducción de los pulpos del Mar del Norte (o sea, nada, por si alguien no había pillado el chiste biologil. Guiño guiño). 

Los de mi generación (sí, esa generación perdida, la mejor preparada y que huye de este país por tierra, mar o aire si quieren tener una oportunidad) somos los tontos del Internet. Porque, amig@s, no es la primera vez que nos hemos dejado engañar por una tecnología similar... ¿A que sabéis a que me refiero? Efectivamente, nuestro querido Messenger. Ains, Messenger, Msn de mis amores, cómo te hemos podido reemplazar en tan poco tiempo, que ya apenas nos acordamos de ti, sólo para reírnos de las tonterías que éramos capaces de escribir en tus páginas... ¡Seremos bobos! Pero si estamos haciendo lo mismo ahora con Whatsapp, pero este mola. Mola mucho. Mola mucho más que Messenger. ¿Por qué? No lo sé, pero mola. DEP Menssenger. (Ya sabéis, autoconvencimiento. Siempre funciona.)

Estamos totalmente enganchados a esa nueva tecnología que no nos hace ver más allá... Pero, ¿y lo felices que somos cuando vemos un dichosito icono verde con forma de bocadillo de la persona que tanto esperábamos? Hoy me he despertado con ganas de hacer una lista de cómo Whatsapp ha cambiado nuestras vidas (y nuestras relaciones):

Habéis ganado amigos que teníais en la agenda, pero que hacía miles de años que no hablabais, pero ¡Ah! como ahora es gratis... Retomáis conversaciones dejadas décadas atrás y, sin quererlo (o queriendo, que puede ser también que llevaras esperando años a que saliera una aplicación gratuita para hablar con la tía que tantas ganas tienes de traginarte desde hace tiempo, pero que no tenías dinero ni para un SMS) y empezáis a tener una relación whatsappil de horas y horas, hasta que ¡oye, tengo un nuevo amig@! (o folloamig@, como lo queráis ver las mentes calenturientas, que haberlas haylas -¡No sabéis cuántas!-).

Luego, sin embargo, está el extraño caso de la pérdida de amigos... Sí, como léeis, la pérdida... Porque todavía existe algún zagal por ahí olvidado que no conoce esta maravillosa aplicación (ya veis, parece que no tiene ganas de que cambie su vida, se ha quedado estancado allá por el siglo XX...) y, claro, tienes que avisarle de que habéis quedado, pero eso supone escribir un SMS y, Dios, eso cuesta a mi factura 0.15 €... Que le avise otro, que yo paso de escribir un mensaje de texto. El problema es que lo piensas tú, y Pepito, y Menganito, y así Julianito se queda sin saber que habíais quedado para tomar unas cañas... Tanto se cansa que, al final, busca un nuevo grupo de amigos estancados en la Prehistoria, que prefieren vivir con sus Nokia 3310 y sus One Touch Easy (y oyes, tan felices en su ignorancia whatsappil) y a ellos no les pica rascarse quince míseros y cochinos céntimos de euro en avisar a sus nuevos compis de tecnología, y claro, al final os podéis despedir de Jualinito y de su querido ladrillo del que no quiere desprenderse. Él se lo pierde, si no tienes Whatsapp, no eres nadie.

Whatsapp domina nuestros días, nuestras noches, nuestros ciclos del sueño... ¿Qué no? ¿Cuántas veces os habéis despertado con el "tiriri" que te avisa de un mensaje a las 6 de la mañana del borracho de turno, cuando tú llevas 6 plácidas horas durmiendo? (léase también cuando eres tú el hebrio y jodes al bello durmiente con un "Capullo, vaya noche te has perdido", "¿Mañana unas cañas en La Latina?" o, mi favorito,"¿Estás despiert@?" A ver, imbécil, ¿no ves que no me conecto desde las 23,35?) 

¿Y qué me decís de los grupos de Whatsapp? Tener un grupo es algo así como perder todo contacto humano con el resto de la población. Como te veas inmerso en una conversación de a 5, dejas de hacer caso a todo lo que te rodea, porque claro, o una cosa o la otra, no das para tanto. Y como dejes de mirar el Whatsapp dos cochinos minutos, te encuentras con 531 mensajes de los otros cuatro, entre los cuales seguro que encontrarás 499 en los que pone sólo "jajajaja" (y "jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja" cuando a Pepito le ha hecho una gracia infinita el comentario de Fulanito). La cosa se complica cuando tienes más de un grupo. Y más de un grupo activo a la vez. Yo tengo 9, haceos una idea de la capacidad de concentración que necesito como persona humana para atender a todos los puñeteros "jajajaja"... (¡Cómo se aburre la gente, en serio! Yo la primera, que encima estoy en paro...)

Y, por último, llega mi argumento favorito de porqué he acabado odiando el Whatsapp (sí, lo sé, hace cinco minutos lo amaba, pero es que yo soy muy bipolar): el "lo ha visto y no contesta, el muy hijo puta". Da igual lo que escribas, ya sea la mayor chorrada del mundo o la parrafada más inmensa sobre algún tema importante... El caso es que tú has dedicado X minutos de tu tiempo escribiendo a esa persona (con la correspondiente pérdida de concentración y dejadez hacia el resto de contactos de Whatsapp, con lo que jode) y esa persona no gasta ni un mísero segundo en contestar. ¿Por qué? Aaaaaaaaaah, ahí ya entran las múltiples respuestas que a cada uno se nos quieran ocurrir. El caso es que jode de una manera máxima el hecho de que nos ignoren, ¿verdad? "Será maldito... ¡¡¡Está en línea!!!" Vosotros reíos, pero yo he llegado a cambiar nombres de contactos en la agenda porque han dejado de caerme bien por esa indiferencia hacia mi persona (ya sabéis que como buena Neurótica, no paso ni una, y la indiferencia hacia mi ser es de las peores cosas que se me pueden hacer...)

¡Una cosa para navegantes whatsappiles! Si alguna vez no os contesto es porque estoy haciendo otras cosas o, simplemente, porque no quiero! Pero seguro que al día siguiente seré yo la pesada del "Eeeeeooooo", "Contéstame, que sé que lo has visto", "¿Estás despiert@?"