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viernes, 22 de junio de 2012

Querida mala suerte (vol. I):

Vete a la mierda de una puta vez. Así de finolis quiero empezar mi post de hoy. Hacía más de una semana que no actualizaba el blog (con la correspondiente mala conciencia en mi persona), pero creedme, he tenido tantísimas malas experiencias en estos siete días, que no sabía cuál de todas contaros, así que, al final, he pensado "¿Qué narices? ¡Todas juntas, como las desgracias!"

Repasando anteriores posts, me he dado cuenta de que soy una absoluta e irremediable lunática y/o loca y/o neurótica, y también de que escribir todas las "cosas buenas" que me pasan (ironía mode on) me ayuda a reírme de mí misma, y mucho, así que he decidido, en estos mismos momentos, darle las gracias a mi mejor amiga, conocida ya por todos vosotros como Mala Suerte, para agradecerle lo mucho que me quiere.

Ahí va mi primera misiva hacia ella:

"Querida mala suerte (dos puntos):

¿Cómo te va todo? Seguro que genial, ya que, gracias a mí, estás trabajando más que nunca y, como dicen en mi casa, teniendo trabajo no puedes quejarte, con la que está cayendo en este, nuestro querido y próspero país. Ahora debe irte mejor que bien... Seguro que no soy tu mejor cliente, pero sí estoy entre las primeras del ránking, ¿verdad?

¿Te acuerdas cuando el otro día nos cruzamos por la calle y me dijiste eso de "¡Que te vaya todo muy bien! ¡Mucha mierda!"? Pues, desde luego, eres pitonisa, tía, gracias a ti me cayó la mayor caca de paloma/s en mi ventana del coche. ¡Tendrías que haberla visto! (Bueno, si quieres, puedes verla aún, ya que sigue pegada desde hace días al cristal.) Me recuerda mucho a ti y me da pena quitarla, para que veas lo que te quiero... No sé cómo explicártelo, es proporcional a todo el amor que sientes por mi persona: descomunal, enorme, grandiosa, verde, muy verde... Cada vez que la veo me acuerdo de ti y de todas las cosas que hemos pasado juntas...

Recuerdas cuando me decías, hace unos añitos "Alba, el deporte es malo para la salud"? Pues tía, me siento fatal, porque no te hice caso... Hace unos meses volví a retomar el gimnasio, con más vitalidad y ganas que nunca. Compréndeme, tía, no puedo dejar que mi culito respingón y perfecto caiga suspendido en eso que empieza por flaci... (¡Ains, es que no lo quiero ni nombrar!), así que ahí estoy, dándolo todo everyday. Además, algunas amigas me comentaron que muchas de ellas ligaban con tíos cachas y morenazos mientras ponían el culo en pompa en la bici elíptica, así que claro, no puedo dejar pasar la oportunidad de encontrar al hombre de mi vida... Pues tía, ¡muchas gracias otra vez! ¿Por qué no te hice caso en su día? Llevo acudiendo como un clavo desde marzo y... ¿A que no sabes qué? No sólo no he ligado con nadie (na-die), sino que me he lesionado el abductor (¡Sí, tía, otra vez!), así que llevo días cojeando (bueno, más bien, malcojeando, porque mi cojera no es, para nada, glamourosa). Ya ves, he perdido mis andares felinos de leona y los he cambiado por el caminar de un pato mareado... Y todo por no hacerte caso, amiga...

Por cierto, tendrías que haberte venido el sábado de fiesta. ¡Lo pasamos genial! Primero fuimos a La Sureña, que sabes que nos encantan los cubos de botellines a 3€ y fue... ¡Increíble! En menos de dos horas, me hicieron enseñar el culo (sí, ese respingón y perfecto que tengo), bailar sevillanas (a lo que un sevillano me dijo que era patética intentando bailar así) y, por si eso no fuera poco (ya sabes que me encanta hacer el ridículo) me puse a gritarle a unos borrachos porque me robaron MIS cervezas! (A quién se le ocurre, no saben que se estaban metiendo con la gran Rubia Neurótica...). 

Pero lo mejor de todo fue cuando llegamos a la discoteca... ¡Ligué, tía, ligué! ¿A que no sabes con quién? ¡Con el novio de una despedida de soltero! Resulta que, estando yo sentada con cara de mustia (no podía andar y/o bailar por mi cojera abductoril, ya sabes), se me acercó uno de los invitados a la fiesta y me dijo (literalmente): "Ey, líate con mi amigo, que se casa en tres semanas y tendrá que hacer algo guarrete en su despedida". 

Imagina mi cara de cuadro, tía, ¿qué me verán en la face para que se me acerquen tales especímenes? Lo mejor de todo fue aguantar al dichoso novio durante más de una hora, escuchando lo maravillosa y perfecta que es la mujer con la que va a casarse en menos de un mes... Yo intentaba ser simpática, pero claro, hubo un momento en que tuve que decirle "Perdona, ¿por qué no te callas? Me alegro de que seas tan feliz, pero a mí el novio me dejó hace diez días, como comprenderás lo que menos me apetece escuchar es que un tío, al que no conozco de nada, es feliz. ¡Porque os odio a todos!"
Así que tía, lo dicho, te tendrías que haber venido, porque hubiéramos disfrutado de lo lindo, y seguro que no sólo se me habrían acercado dos cafres, sino media discoteca, porque juntas somos imparables! ¡Siempre atraemos a lo más feo/freake del local! ¡Cuánto te eché de menos!

Amiga, voy a tener que dejarte, ahora no tengo más tiempo de seguir contándote todo lo que me ha pasado esta semana, pero prometo escribirte de vez en cuando, para que recuerdes que yo, la Rubia Neurótica, se niega a abandonarte nunca...!

No te olvides de mí (que sé que me tienes súper presente)...

Un beso fuerte de tu amiga, que ha aprendido a quererte con tus virtudes y defectos,

Alba.

P.D.: He titulado esta primera carta como (vol. I) porque estoy convencida de que no será la última que te escriba..."

martes, 12 de junio de 2012

Porque las desgracias nunca vienen solas

"Las desgracias nunca vienen solas". Qué gran frase. Corta, contundente, lapidaria. Con más razón que un santo. Es cierto, amig@s, los infortunios y la mala suerte no vienen solos, siempre llegan  acompañados de otras muchas cabronadas para hundirte aún más en la mierda, si cabe. (Dios, auguro un post negro, muy negro, casi tanto como las nubes que me están tapando la luz natural del sol por momentos. ¿Serán un signo de mi estado de ánimo?)

Yo, que soy una Rubia Neurótica, pero que, a mi vez, soy una de las personas más optimistas y vitalistas que conozco, y yo, esa que tampoco necesita mucho para ser feliz y que, aun teniendo abuela, no me hace falta para mirarme al espejo de vez en cuando y pensar "Qué buena estás, Alba", estoy empezando a pensar que las desgracias son tan amigas de otras desgracias que cuando ven a alguien mal (en este caso, mi persona), deciden acudir todas a una. Pobrecitas, son tan amigas que se quieren para lo bueno y para lo malo, así que nunca caminan en solitario, siempre juntitas, juntitas, juntitas...

La verdad es que tengo que reconocer que, aunque muchos piensen lo contrario, no soy de esas personas que han nacido con una puta flor en el culo. Esas personas a las que todo les sale bien y son felices en su perfecto mundo, con su novio perfecto, su trabajo perfecto y su vida perfecta... Ya veis, a mí, desde pequeñita, esa flor en el culo con la que debí nacer, se marchitó cuando yo tendría dos añitos y me caí desde lo alto de un tobogán en Mallorca, de vacaciones. Sí, amig@s, apenas contaba con 24 meses en mi haber y recuerdo perfectamente la estampa. ¡Qué hostión me pegué! Ni os lo imagináis... Estoy convencida, desde entonces, que mi flor decidió que era una auténtica pérdida de tiempo gastar sus días para que la suerte no desapareciera de mi vida, así que cedió su testigo a la puta desgracia (y a sus amigas, porque, ya sabéis, nunca van solas). Creo que, incluso, nos hemos hecho friends y todo (las desgracias, además de no venir solas, unen).

No os quiero aburrir (aunque eso sería imposible, porque mi vida es apasionante, la miréis por donde la miréis, con desgracias incluidas), así que no os voy a contar la serie de catastróficas desdichas que me persiguen desde que nací un 23 de febrero de 1987 (hasta para nacer elijo una fecha importante ¿o desgraciada?). Con tan sólo dos hechos vais a ver que yo, la Rubia Neurótica, podría ganar el Premio a la Solidaridad por los Damnificados de la Mala Suerte (vale, ahí va):

Yo, Alba P. Corpas, he perdido trabajo y novio en menos de una semana. Dos veces. En lo que va de año. Y estamos a principios de junio. Haced cuentas, en menos de seis meses he tenido tiempo de quedarme en paro, que me deje un chati, encontrar trabajo, encontrar a otro chati, perder ese trabajo y perder al segundo chati. Todo en menos de cinco meses y medio... ¡Récord donde los haya!

(De verdad, la gente que no me conoce me felicita muchísimas veces por "la imaginación desbordante que tengo para escribir..." No, señores, soy así de desgraciada por naturaleza. No me invento nada. Estas cosas me pasan. De verdad.)

 Lo más gracioso es la forma en la que pierdo las cosas. En los dos trabajos me han dicho prácticamente lo mismo: "Oh, Alba, vales mucho, vales mucho más que mucho, pero ahí tienes la puerta". En el segundo, incluso (palabras textuales) me reconocieron lo siguiente: "Oh, Alba, vales mucho, vales mucho más que mucho. Eres especial y te voy a decir una cosa: Eres la única persona de esta oficina que jamás, repito, jamás, ha perdido la sonrisa ni un solo día. Es de agradecer llegar y ver a alguien que siempre te espera con una sonrisa, y ya es difícil sonreír aquí. Te felicito por tu humor y tu optimismo, y espero que no lo pierdas nunca". Sí, pero a la calle. Estas palabras tan "especiales" hacia mi persona ocurrieron 5 segundos después de haber firmado el peor y más humillante finiquito de mi historia como empleada de este nuestro querido país, tan próspero y lleno de oportunidades para los jóvenes. Pero, oye, al menos, debo de tener una sonrisa preciosa, ¿no?

Y de los chatis... ¿Qué hablar de los chatis? Llamémosles Pepito 1 y Pepito 2, ambos de por ahí, uno del norte, otro del sur (Dios, se me está viniendo a la cabeza el anuncio de cerveza de "Quiero un poquito de sur para no perder el norte" Irónico, verdad?), ninguno madrileño, como la que suscribe, pero bueno, eso nunca supuso un problema para mi persona ("Mejor. Así me dejan los findes sola para salir con mis amigas. Un problema menos"). Ja. Me río yo de no tener problemas. Ambos opuestos (uno rubio, otro moreno; uno morenísimo de piel, otro lefotazo; uno viejuni, el otro, niñato), pero oye, los dos se pusieron de acuerdo para desaparecer. Sí, desaparecer. Sin más. Ambos dijeron un "Luego te llamo" y aún estoy esperando (hablo desde la más absoluta ironía, obviamente, no llevo esperando tres meses la llamada; al segundo mes ya me cansé de esperar algo que no iba a llegar nunca... Cri cri... cri cri...)

Esto no viene mucho a colación del tema que me ocupa hoy, pero, o lo digo o reviento: Hombres de mi vida (menos mi padre y demás familia): os odio. Os odio tanto (Nota mental: post sobre los cafres/capullos que han pasado por mi vida -aunque quizás sea demasiado largo, probablemente lo tenga que dividir en dos. O tres-) os deseo que os peguen ladillas, cuanto menos, pero oye, sin rencor, eh...

Pero, ¿sabéis qué? Que gracias a escribir todo esto, el optimismo ha vuelto a mi vida. Soy una persona vitalista y, por qué no, feliz. Feliz de que mis desgracias nunca vengan solas, porque cuantas más sean y más grandes, más me harán reír cuando consiga superarlas y verlas desde la distancia y, creedme, no sé si por actitud positiva o intento de no caer en una depresión constante, las desgracias las olvido rápido, porque regocijarse en los aspectos negativos de la vida, no hace más que jodernos las cosas buenas que, probablemente, nos estemos perdiendo. ¡Trabajo soñado y hombre de mi vida y futuro padre de mis hijos (cuatro, por lo menos), esperadme, ¡que ya llego!