"¡Será cabrón! Se ha conectado y no contesta, el muy (PIIIIII)..." (Es que he decidido que estamos en horario/lectura infantil, así que voy a intentar cortarme un poquito con eso de los tacos, aunque en este post creo que me va a costar bastante contenerme...). "Hace dos horas que lo ha visto y pasa". "¡Está en línea!". "So perri, contesta, que sé que lo has leído". "Eeeeeooooooo"...
¿Quién no ha estado en esa situación alguna/miles de veces? Pues eso, ¡cuánto daño ha hecho Whatsapp en nuestras vidas! Y, que conste, que me reconozco febril y perdidamente adicta a eso de escribir mensajes instantáneos gratuitos a diestro y siniestro, pero amig@s, el primer paso para asumir una adicción ya conocéis cuál es: reconocerlo. Mea culpa.
Whatsapp. Dichoso Whatsapp. ¿Pero qué es exactamente? Es esa aplicación maldita (sí, este post también va de las malditas cosas que me rodean, que últimamente son muchas/demasiadas) que se ha colado en nuestras vidas sin apenas darnos cuenta, pero que si ahora nos la quitaran de las manos, preferiríamos la muerte... ¿O no? (¡Antes sin manos que sin iPhone! va a ser mi nuevo grito de guerra. Lo he ensayado y todo.)
Todos los que tengáis Whatsapp en vuestros queridos Smartphones, también llamados "extensiones de nuestras manos" sabéis a lo que me refiero. Sirve para todo: desde un "Quedamos a las 8", hasta conversaciones que duran horas y que son tan importantes como la reproducción de los pulpos del Mar del Norte (o sea, nada, por si alguien no había pillado el chiste biologil. Guiño guiño).
Los de mi generación (sí, esa generación perdida, la mejor preparada y que huye de este país por tierra, mar o aire si quieren tener una oportunidad) somos los tontos del Internet. Porque, amig@s, no es la primera vez que nos hemos dejado engañar por una tecnología similar... ¿A que sabéis a que me refiero? Efectivamente, nuestro querido Messenger. Ains, Messenger, Msn de mis amores, cómo te hemos podido reemplazar en tan poco tiempo, que ya apenas nos acordamos de ti, sólo para reírnos de las tonterías que éramos capaces de escribir en tus páginas... ¡Seremos bobos! Pero si estamos haciendo lo mismo ahora con Whatsapp, pero este mola. Mola mucho. Mola mucho más que Messenger. ¿Por qué? No lo sé, pero mola. DEP Menssenger. (Ya sabéis, autoconvencimiento. Siempre funciona.)
Estamos totalmente enganchados a esa nueva tecnología que no nos hace ver más allá... Pero, ¿y lo felices que somos cuando vemos un dichosito icono verde con forma de bocadillo de la persona que tanto esperábamos? Hoy me he despertado con ganas de hacer una lista de cómo Whatsapp ha cambiado nuestras vidas (y nuestras relaciones):
Habéis ganado amigos que teníais en la agenda, pero que hacía miles de años que no hablabais, pero ¡Ah! como ahora es gratis... Retomáis conversaciones dejadas décadas atrás y, sin quererlo (o queriendo, que puede ser también que llevaras esperando años a que saliera una aplicación gratuita para hablar con la tía que tantas ganas tienes de traginarte desde hace tiempo, pero que no tenías dinero ni para un SMS) y empezáis a tener una relación whatsappil de horas y horas, hasta que ¡oye, tengo un nuevo amig@! (o folloamig@, como lo queráis ver las mentes calenturientas, que haberlas haylas -¡No sabéis cuántas!-).
Luego, sin embargo, está el extraño caso de la pérdida de amigos... Sí, como léeis, la pérdida... Porque todavía existe algún zagal por ahí olvidado que no conoce esta maravillosa aplicación (ya veis, parece que no tiene ganas de que cambie su vida, se ha quedado estancado allá por el siglo XX...) y, claro, tienes que avisarle de que habéis quedado, pero eso supone escribir un SMS y, Dios, eso cuesta a mi factura 0.15 €... Que le avise otro, que yo paso de escribir un mensaje de texto. El problema es que lo piensas tú, y Pepito, y Menganito, y así Julianito se queda sin saber que habíais quedado para tomar unas cañas... Tanto se cansa que, al final, busca un nuevo grupo de amigos estancados en la Prehistoria, que prefieren vivir con sus Nokia 3310 y sus One Touch Easy (y oyes, tan felices en su ignorancia whatsappil) y a ellos no les pica rascarse quince míseros y cochinos céntimos de euro en avisar a sus nuevos compis de tecnología, y claro, al final os podéis despedir de Jualinito y de su querido ladrillo del que no quiere desprenderse. Él se lo pierde, si no tienes Whatsapp, no eres nadie.
Whatsapp domina nuestros días, nuestras noches, nuestros ciclos del sueño... ¿Qué no? ¿Cuántas veces os habéis despertado con el "tiriri" que te avisa de un mensaje a las 6 de la mañana del borracho de turno, cuando tú llevas 6 plácidas horas durmiendo? (léase también cuando eres tú el hebrio y jodes al bello durmiente con un "Capullo, vaya noche te has perdido", "¿Mañana unas cañas en La Latina?" o, mi favorito,"¿Estás despiert@?" A ver, imbécil, ¿no ves que no me conecto desde las 23,35?)
¿Y qué me decís de los grupos de Whatsapp? Tener un grupo es algo así como perder todo contacto humano con el resto de la población. Como te veas inmerso en una conversación de a 5, dejas de hacer caso a todo lo que te rodea, porque claro, o una cosa o la otra, no das para tanto. Y como dejes de mirar el Whatsapp dos cochinos minutos, te encuentras con 531 mensajes de los otros cuatro, entre los cuales seguro que encontrarás 499 en los que pone sólo "jajajaja" (y "jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja" cuando a Pepito le ha hecho una gracia infinita el comentario de Fulanito). La cosa se complica cuando tienes más de un grupo. Y más de un grupo activo a la vez. Yo tengo 9, haceos una idea de la capacidad de concentración que necesito como persona humana para atender a todos los puñeteros "jajajaja"... (¡Cómo se aburre la gente, en serio! Yo la primera, que encima estoy en paro...)
Y, por último, llega mi argumento favorito de porqué he acabado odiando el Whatsapp (sí, lo sé, hace cinco minutos lo amaba, pero es que yo soy muy bipolar): el "lo ha visto y no contesta, el muy hijo puta". Da igual lo que escribas, ya sea la mayor chorrada del mundo o la parrafada más inmensa sobre algún tema importante... El caso es que tú has dedicado X minutos de tu tiempo escribiendo a esa persona (con la correspondiente pérdida de concentración y dejadez hacia el resto de contactos de Whatsapp, con lo que jode) y esa persona no gasta ni un mísero segundo en contestar. ¿Por qué? Aaaaaaaaaah, ahí ya entran las múltiples respuestas que a cada uno se nos quieran ocurrir. El caso es que jode de una manera máxima el hecho de que nos ignoren, ¿verdad? "Será maldito... ¡¡¡Está en línea!!!" Vosotros reíos, pero yo he llegado a cambiar nombres de contactos en la agenda porque han dejado de caerme bien por esa indiferencia hacia mi persona (ya sabéis que como buena Neurótica, no paso ni una, y la indiferencia hacia mi ser es de las peores cosas que se me pueden hacer...)
¡Una cosa para navegantes whatsappiles! Si alguna vez no os contesto es porque estoy haciendo otras cosas o, simplemente, porque no quiero! Pero seguro que al día siguiente seré yo la pesada del "Eeeeeooooo", "Contéstame, que sé que lo has visto", "¿Estás despiert@?"
Me ha encantado!!! de momento es mi favorito ;)
ResponderEliminarA mi me pasa lo mismo,escribo y el tio ni se digna a contestar,si esta molesto que lodiga , que una no es adivina...
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