Resulta que tengo fans. Yo, Alba para los conocidos y Albuli
para los amigos, tengo fans. Y esa es la razón por la que he vuelto a éste, mi
querido blog donde escribo toda la serie de excéntricas a la par que
catastróficas anécdotas que me pasan a lo largo de la vida. Fans, fans, fans.
Pero no de esos que ya te conocen, véase primos, amigos y demás personas que ya
sabían de tu existencia y de todas las cosas que te ocurren por el simple hecho
de estar en este mundo y que te pedían que siguieras contando todo aquello que
sucediese a tu alrededor. No. Hablo de fans auténticos, de esos que te
escriben, aun sin conocerte, para decirte lo mucho que les gusta tu manera de expresarte.
Yo, movedora de masas profesional. Yo, con fans. Quién me lo
iba a decir. No uno, ni dos, queridos, sino tres. Tres fans. Pensaréis que es
poco, pero para alguien a quien apenas conocen más allá de la esquina de su
portal, no está mal. Tres personas que me han encontrado por internet y han
pensado que yo puedo sacarles una sonrisa. Gracias a todos aquellos que son
felices a costa de mis desgracias. Lo digo en serio, eh. Gracias por avisarme
de que mi patética vida os es útil a algunos de vosotros. Si mi pesar es
vuestra alegría, mi pesar se convierte en alegría también. Qué poética me he
levantado esta mañana.
Bueno, que resumo, que me estoy poniendo filosófica y ése no
es para nada mi estilo. Resulta que me había venido ayer a mi retiro espiritual
para desconectar del trabajo, internet y todo aparato electrónico viviente
cuando recibo una alarma del Apalabrados. Sí, ese juego que tanto odiaba, me
enganchó, hizo que dejase de tener vida propia, me desintoxiqué y del cual
pasaba olímpicamente. Hasta ahora. Mi fan número tres me encontró por el
dichoso jueguecito. Me dijo cosas increíblemente subidoras de moral, que, por
cierto, no creo que merezca, pero gracias. Una persona que ni tan siquiera
conoce a este Rubia Neurótica que suscribe y que ha conseguido que, en apenas
unas horas, volviera a coger el teclado y me pusiera manos a la obra. Creedme
que eso es mucho, teniendo en cuenta que mi cabecita llevaba meses diciéndome
“escribe, escribe” y al final siempre conseguía cualquier otro entretenimiento
para no acabar aquí sentada, dejándome la vista.
El caso es que comenzamos a hablar y la partida quedó en
nada, pero oye, me devolvió las ganas que tenía por escribir en este blog. Y
aquí ando ahora, en el que se suponía que iba a ser mi fin de semana de retiro
sin ningún tipo de aparato que llevase cables, agarrada al ordenador portátil y
con el internet del iPhone enganchado, del cual, por cierto, he acabado con 53
megas menos en apenas 15 minutos. ¡Maldita tecnología!
Pues eso, este post no es nada del otro mundo, sabéis que
podría extenderme hasta límites insospechados, pero es que, aparte de que no me
apetece, me ha pillado la inspiración trabajando y tengo que ponerme ya (pero
ya) con el proyecto que tengo ahora entre manos. Y sí, me refiero a esa novela
que tantos fans (hasta ahora, sólo los que me conocían) me llevabais pidiendo.
Por ahora sólo es un documento en Word de apenas doce hojas, pero con el que
espero coronarme (por fin) como mujer de éxito en general y escritora patética
en particular. Una novela al más estilo Rubia Neurótica, un show, vamos. No será
literatura a lo Punset, pero oye, Punset tampoco tiene la comicidad de mi
persona, ¿no?
Hasta pronto, fans. A todos, aquellos que me conocen y a los
que no. Y otra cosa, gracias por no dejar de animarme a que siga escribiendo,
porque, aunque a veces se me olvide, esto es lo que me gusta, al fin y al cabo.
Clic.