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martes, 29 de mayo de 2012

Por qué lo llaman 'adelgazar sin esfuerzo' cuando quieren decir 'muérete de hambre'

"Sonríe y adelgaza sin esfuerzo". "Baja dos tallas comiendo lo que quieras". "Cinco kilos menos sin renunciar al chocolate". "Gana la batalla a la operación bikini sin sacrificar los pequeños placeres de la vida". AN-DA-YA. Me río yo de los miles de titulares que he tenido que leer últimamente en las revistas femeninas que me dan de comer mensualmente (o ya no, pero de eso hablaremos más adelante).

A veces me pregunto si este tipo de publicaciones (repito, que me apasionan y, de hecho, son mi trabajo) se piensan que las mujeres somos tontas (y cuando digo mujeres me refiero a mujeres de verdad, chicas que ves por la calle todos los días, y no Irinas Shayk y Mirandas Kerr. Inciso: ¿Alguna vez las habéis visto paseando al perrito o yendo al supermercado? No. Pues entonces, para mí, no existen.) (Me lo creo yo misma y todo cuando lo digo.)

Vamos a ver, que levante la mano (o en su defecto, deje un comentario) quien haya perdido cinco kilos (qué cinco, me aventuro a decir que kilo y medio) sólo con ser feliz y sonreír. AN-DA-YA (Bis). Yo soy una persona la mar de happy (sin perder ese punto de neurótica, que si no, no sería yo) y estupenda con la vida y, oye, mis cinco kilitos de más no me los quita nadie, ni siquiera la mayor de las felicidades en su punto máximo.

¿Y qué es eso de "come lo que quieras y adelgaza"? Como buena amante del chocolate que soy (no quisiera ser egocéntrica, pero creo que soy la fan número uno de ese pequeño placer dulce), digo públicamente que, muy a mi pesar, el chocolate no adelgaza. Ni un mísero gramo, además. Fíjate que una vez (ingenua y queriendo autoconvencerme de que era verdad), quise hacer caso a una de estas dietas milagro de las revistas, donde te animaban a comer todo el chocolate que se te antojase. "Tú come, come, que cuanto más comas, mejor estarás". Sí, estaba mucho mejor, mucho mejor comprando una talla más de pantalón, porque los míos me hacían parecer una morcilla de Burgos embutida y, por si eso no fuera poco, con la cara llena de granos (Oh, my god! Alba, no recuerdes esto nunca mais).

Como asidua a la comida sana (sin renunciar a los pequeños placeres de la vida que, sí, señores, engordan) os digo lo que todos ya suponíais (porque no somos tontos): Las dietas milagro no existen. Ojo, que no hablo sin saber y aventurándome como si nada que, repito, he probado de todo, y lo único que funciona es comer sano, tragar menos y matarte en el gimnasio. Lo siento por los conformistas y los seguidores a pies juntillas de Vogue, pero, sí, amigos, es cierto. La vida es así de cruel.

Así que, desde este espacio, declaro la guerra a las revistas que, por vigésimo octavo año consecutivo, nos quieren engañar con este tipo de reportajes. ¡Somos felices así! Y no, ¡no somos tontos!