Ah, pero escúchame, ¿es que tú no sabes que Alberto Isla ha
calificado a Chabelita (sí, sí, la misma) de ‘Machupichu’? ¿Y que aún no estás
al loro del culebrón Rosa Benito versus Amador Mohedano? Suertudo tú, ya que
debes de estar de vacaciones. Pero no de unas vacaciones cualquieras, no, sino
de ésas en las que has desaparecido de la faz de la tierra, sin internet, ni
tele ni nada, porque, de lo contrario, de tener el más mínimo contacto con la
especie humana, ay, amigo, habrías caído en las redes de la telebasura. ¿Porque
te guste?, no, sino porque lo tendrías en absolutamente todas partes. Y cuando
digo absolutamente, digo ABSOLUTAMENTE, con súper MAYÚSCULAS.
Y te lo dice una que sí, que es maruja desde que la parió su
madre hace ya muchos años, pero, aunque no lo fuera, desayunaría Alberto Isla,
tendría Benenito para comer (ya está pasado el término, pero mi amigo Jorge Javier
Vázquez la calificó de una manera muy adecuada hace unos años) y, si me apuras,
merendaría Belén Esteban y Andreíta (ah, no, espera, que la Reina de Sálvame
está de vacaciones. ¿Qué por qué lo sé? Porque mi siesta es más siesta desde
que no oigo de fondo eso de ‘Maaaaaaaaaaaaaaa-to’ o ‘¿Me entiendeeeeeeeeeeeeees’?)
No me juzguéis, todo el mundo está de vacaciones, incluida
la televisión, lo que significa que tengo circo mañana, tarde y noche. Y claro,
con eso de que Amador le robó 190.000 euros del premio de Supervivientes a su
mujer, o que Chabelita ahora se ha liado con el primo de Josefer y Gloriacá
(muy de telenovela, sí) pues estoy la mar de entretenida. Lo que me lleva,
inexorablemente, a una reflexión en voz alta: ¿Por qué, españolitos del mundo, no admitís que estos teleculebrones
enganchan? Porque lo hacen. Y mucho. Yo, al menos, lo admito. Creo que ya no
podría dormir sin saber cómo acaba toda la ruptura de Isabel II con el ‘pelopo’
(dícese del adjetivo calificativo que califica –ole yo- a una persona con el
pelo cual pelambrera púbica. Y esto no lo digo yo, eh, lo dijo Kiko Rivera –otro
qué tal baila. Ah, no, que canta- al que, por entonces, era su cuñado.) ¿Te
imaginas, amigo, que el hermano de tu novia va a la tele a llamarte ‘golfo
pelopolla’? Pues sí, éstas son las cosas que enganchan de la telebasura. Es
así.
Bueno, a lo que iba, mi reflexión inexorable: ¿Por qué
cojones no admitís que veis la telebasura culebril? ¡Con lo que molan las miserias de los demás! Ejemplo
claro: el señor que puso la semillita en el útero de la mama, vamos, mi señor
padre. Abogador incansable de ‘la armonía del silencio’, aquel que cree vomitar
cuando ve a la princesa del pueblo gritando en Telecinco, él y no otro, también
lo ve, peeeeeeeeeeeeeero, de ahí a reconocerlo va un mundo. Él, muy digno, se
molesta hasta límites insospechados de que mi santa madre y la rubia neurótica
que suscribe le digamos que no sea tan cínico, que lo ve igual que nosotras,
pero mira, no, no es capaz de decir: “Hola, soy pepito, y soy consumidor de
telebasura anónimo” (aunque, bueno, si lo dijera en voz alta dejaría de ser
anónimo, ¿no?)
¡Y qué me decís de Divinity y sus realitys reformeros! ¡Por
Dios, lo que molan! Ésos con sus gemelos comprando casas viejas para volverlas
una maravilla divina, o el guaperas que reforma sótanos para después ser
alquilados y en el transcurso se encuentra con moho, amianto… (Habéis visto lo
que he aprendido, ¿eh?) Casas que cuestan una miseria, por cierto, lo que viene
siendo un milloncillo de dólares, cientos de miles arriba, cientos de miles
abajo, vamos, a lo que estoy acostumbrada yo a cobrar cada mes, más o menos…
Pero engancha, engancha, aunque te recuerde lo pobrecita que eres (y seguirás
siendo, a no ser que te toque el Euromillón).
Bueno, pues eso, televisión, tú que también estás de
vacaciones, por favor, no me dejes sin tu querida programación de verano. ¡Qué
iba a ser de mí si no! De mí y de los miles de consumidores de telebasura
anónimos…