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miércoles, 6 de agosto de 2014

Programación veranil: De la Chabelita ‘Machupichu’ al 'pelopolla' del novio

Ah, pero escúchame, ¿es que tú no sabes que Alberto Isla ha calificado a Chabelita (sí, sí, la misma) de ‘Machupichu’? ¿Y que aún no estás al loro del culebrón Rosa Benito versus Amador Mohedano? Suertudo tú, ya que debes de estar de vacaciones. Pero no de unas vacaciones cualquieras, no, sino de ésas en las que has desaparecido de la faz de la tierra, sin internet, ni tele ni nada, porque, de lo contrario, de tener el más mínimo contacto con la especie humana, ay, amigo, habrías caído en las redes de la telebasura. ¿Porque te guste?, no, sino porque lo tendrías en absolutamente todas partes. Y cuando digo absolutamente, digo ABSOLUTAMENTE, con súper MAYÚSCULAS.

Y te lo dice una que sí, que es maruja desde que la parió su madre hace ya muchos años, pero, aunque no lo fuera, desayunaría Alberto Isla, tendría Benenito para comer (ya está pasado el término, pero mi amigo Jorge Javier Vázquez la calificó de una manera muy adecuada hace unos años) y, si me apuras, merendaría Belén Esteban y Andreíta (ah, no, espera, que la Reina de Sálvame está de vacaciones. ¿Qué por qué lo sé? Porque mi siesta es más siesta desde que no oigo de fondo eso de ‘Maaaaaaaaaaaaaaa-to’ o ‘¿Me entiendeeeeeeeeeeeeees’?)

No me juzguéis, todo el mundo está de vacaciones, incluida la televisión, lo que significa que tengo circo mañana, tarde y noche. Y claro, con eso de que Amador le robó 190.000 euros del premio de Supervivientes a su mujer, o que Chabelita ahora se ha liado con el primo de Josefer y Gloriacá (muy de telenovela, sí) pues estoy la mar de entretenida. Lo que me lleva, inexorablemente, a una reflexión en voz alta: ¿Por qué, españolitos del  mundo, no admitís que estos teleculebrones enganchan? Porque lo hacen. Y mucho. Yo, al menos, lo admito. Creo que ya no podría dormir sin saber cómo acaba toda la ruptura de Isabel II con el ‘pelopo’ (dícese del adjetivo calificativo que califica –ole yo- a una persona con el pelo cual pelambrera púbica. Y esto no lo digo yo, eh, lo dijo Kiko Rivera –otro qué tal baila. Ah, no, que canta- al que, por entonces, era su cuñado.) ¿Te imaginas, amigo, que el hermano de tu novia va a la tele a llamarte ‘golfo pelopolla’? Pues sí, éstas son las cosas que enganchan de la telebasura. Es así.

Bueno, a lo que iba, mi reflexión inexorable: ¿Por qué cojones no admitís que veis la telebasura culebril? ¡Con lo que molan las miserias de los demás! Ejemplo claro: el señor que puso la semillita en el útero de la mama, vamos, mi señor padre. Abogador incansable de ‘la armonía del silencio’, aquel que cree vomitar cuando ve a la princesa del pueblo gritando en Telecinco, él y no otro, también lo ve, peeeeeeeeeeeeeero, de ahí a reconocerlo va un mundo. Él, muy digno, se molesta hasta límites insospechados de que mi santa madre y la rubia neurótica que suscribe le digamos que no sea tan cínico, que lo ve igual que nosotras, pero mira, no, no es capaz de decir: “Hola, soy pepito, y soy consumidor de telebasura anónimo” (aunque, bueno, si lo dijera en voz alta dejaría de ser anónimo, ¿no?)

¡Y qué me decís de Divinity y sus realitys reformeros! ¡Por Dios, lo que molan! Ésos con sus gemelos comprando casas viejas para volverlas una maravilla divina, o el guaperas que reforma sótanos para después ser alquilados y en el transcurso se encuentra con moho, amianto… (Habéis visto lo que he aprendido, ¿eh?) Casas que cuestan una miseria, por cierto, lo que viene siendo un milloncillo de dólares, cientos de miles arriba, cientos de miles abajo, vamos, a lo que estoy acostumbrada yo a cobrar cada mes, más o menos… Pero engancha, engancha, aunque te recuerde lo pobrecita que eres (y seguirás siendo, a no ser que te toque el Euromillón).


Bueno, pues eso, televisión, tú que también estás de vacaciones, por favor, no me dejes sin tu querida programación de verano. ¡Qué iba a ser de mí si no! De mí y de los miles de consumidores de telebasura anónimos…